[…] estos seres humanos que son unos especialistas sin espíritu y hedonistas sin corazón, se creen el último eslabón del desarrollo, estas nulidades se creen la última etapa del desarrollo de la humanidad, cuando en realidad, se ha perdido, se ha deshumanizado, ha perdido en algo la esencia de la naturaleza humana
Max Weber
Introducción
Meses atrás tuvimos la oportunidad de entrevistar al Dr. Francisco Gil Villegas, Profesor del Colegio de México. El Profesor Gil Villegas es un reconocido especialista en la obra de Max Weber y, fruto de sus trabajos de investigación, ha publicado recientemente Max Weber y la guerra académica de los cien años. La polémica en torno a “La ética protestante y el espíritu del capitalismo” (1905-2012) (2013). Esta obra monumental –se trata de un volumen de casi 1500 páginas– recoge el desafío planteado por Richard Swedberg, Gordon Marshall, Shmuel N. Einsenstadt, William H. Swatos y Lutz Kaelber, esto es: mostrar y analizar críticamente el debate que la célebre tesis de Weber acerca de las afinidades electivas entre la ‘ética protestante’ y el ‘espíritu del capitalismo’ suscitó desde su publicación hasta la segunda década del nuevo milenio. Asimismo, el Profesor Gil Villegas estuvo a cargo de la nueva edición de Economía y Sociedad, obra que enriqueció para el público hispanoparlante con la retraducción de innumerables términos, la inclusión de una nueva ‘cabeza conceptual’ para la interpretación del texto (el artículo de Weber Sobre algunas categorías de la sociología comprensiva de 1913), el añadido de profusas notas críticas y un estudio introductorio sobre las discusiones acerca de la relevancia de esta escrito en el conjunto de la obra de Weber y la manera en que debería editarse. Por otra parte, debemos a nuestro entrevistado la nueva traducción de La ética protestante y el espíritu del capitalismo (2011) donde se introducen significativas innovaciones con respecto a las ediciones previas, ejemplo de ello, es la revisión del término que en las versiones castellana e inglesa de este escrito se ha conocido como ‘jaula de hierro’ o ‘iron cage’. La entrevista se realizó en la Biblioteca Nacional de la República Argentina, barrio porteño de Recoleta, el viernes 27 de noviembre de 2015, en el marco de las 4tas Jornadas Internacionales: Actualidad del pensamiento de Georg Simmel, donde el Profesor Gil Villegas participó como expositor y presentó la nueva edición de Economía y Sociedad, así como su Max Weber y la guerra académica de los cien años. Se puede descargar una versión en PDF de la entrevista aquí.
Entrevista
Lionel Lewkow: Profesor, ¿por qué era necesario hacer una nueva traducción de Economía y Sociedad y cuáles son las innovaciones que introduce su traducción con respecto a la de José Medina Echavarría?
Francisco Gil Villegas: La traducción de José Medina Echavarría y otros cuatro traductores en 1944, sumamente renombrados todos ellos para el momento de hacerse la traducción en equipo, contó con Eugenio Ímaz, principal traductor de Dilthey, José Ferrater Mora quien acabó publicando ese diccionario de filosofía en español que es el más importante que hay hasta la fecha[1], con Juan Roura Parella el discípulo de Eduard Spranger en Alemania, de quien publicó libros de él y sobre él, primero en Madrid y luego en México y, para la sociología del derecho, Eduardo García Máynez, jurista que había estudiado con Nicolai Hartmann en Berlín, pero que en realidad tenía muchas más influencias kelsenianas. Todos ellos eran traductores muy reconocidos al momento en que Medina Echavarría los convoca para hacer la traducción de una obra muy extensa y que Ortega y Gasset consideraba imposible de traducir.
De esta manera se llevó a cabo la primera traducción íntegra de esta magna obra en cualquier idioma y en un plazo relativamente breve de tan sólo dos o tres años. Y, en efecto, fue una verdadera hazaña el que en 1944, tan solo veintidós años después de aparecer la primera edición alemana, se hiciera en México una traducción completa de Economía y Sociedad. Si nos referimos a otras traducciones, la inglesa salió veinticuatro años después de 1944, la francesa como treinta y seis, la italiana cuarenta, mientras que la traducción al japonés cuarenta y cinco o cincuenta. De tal manera que una traducción completa hecha en México sorprendía muchísimo, lo mismo a alemanes que a españoles y estadounidenses, aunque contaba también con la solidaridad, aprecio y reconocimiento de los especialistas argentinos, colombianos, cubanos, dominicanos y peruanos. Al finalizar mi trabajo de reedición de la obra en 2014, la primera edición al español de Economía y Sociedad contaba con más de setenta años. La segunda edición realizada por el FCE en 1964, basada en la edición alemana realizada por Johannes Winckelmann y que tuvo importantes modificaciones, contaba ya con medio siglo. A lo largo de este período se había visto que tenía erratas, fallas, y revisándola con cuidado, incluso se detectaron importantes omisiones que podían explicarse de diversas maneras con respecto a por qué ocurrieron. La primera y más importante que debemos apuntar es que la publicación de Medina Echavarría fue muy precipitada. A mí, por ejemplo, me llamó la atención que cuando Weber en la primera parte[2] se refiere a las tablillas de Tell-el-Amarna, que son unas tablillas para interpretar la correspondencia de egipcios y babilonios, esta mención fuera conspicuamente omitida en la primera edición de 1944 (y también en la segunda ya revisada de 1964). Evidentemente Medina Echavarría no sabía qué eran esas tablillas y no había Google para buscarlo inmediatamente, lo dejó a un lado para averiguarlo después y cuando el entonces director general del FCE, Daniel Cosío Villegas lo presionó para que terminara rápidamente la supervisión colectiva y traducción de la obra, ya no tuvo tiempo de atender esos términos y referencias pendientes, algunas de las cuales simplemente se le olvidaron. No obstante el primer traductor de un libro de Max Weber al español, Manuel Sánchez Sarto[3], sí había registrado hasta tres veces la referencia de Weber a esas tablillas y esa fue mi primer pista para corregir y anotar la omisión de Medina. Por otro lado, había erratas serias, muchas de las cuales fueron cometidas por los traductores al español, pero también muchas de ellas venían del original en alemán. Es decir, vertieron al español casi todas las erratas del texto alemán, aún y cuando Otto Hintze había detectado más de cincuenta «perturbadoras erratas» en la más detallada y meticulosa reseña de la obra publicada desde 1926 en Alemania y de la cual con toda seguridad no tenía idea de su existencia, o acceso a ella en México, el equipo de traductores coordinado por Medina[4].
Me gustaría dar otro ejemplo sobre la traducción del alemán y el contexto de su recepción en América Latina. Aquí en Argentina el proceso de ingreso de los refugiados republicanos españoles fue mucho más selectivo que en México, donde por la vivencia de la Revolución social triunfante de 1917, la aceptación de los refugiados españoles fue mucho más masiva y menos elitista. Aquí el gobierno argentino de los años treinta aceptó a José Ortega y Gasset y a Manuel García Morente, así como a algunos médicos y profesionales muy distinguidos de España, pero de manera más restrictiva. Manuel García Morente impartió unas célebres Lecciones Preliminares de Filosofía ([1938] 2000) en 1937, en Tucumán, que son famosísimas para la enseñanza de filosofía en colegios preparatorios y que, por supuesto, fueron utilizadas en Argentina y luego difundidas en toda Hispanoamérica. En México, José Gaos quien ya era distinguido miembro de El Colegio de México, y había sido discípulo en Madrid de Ortega y Gasset y de García Morente, solía decir que ese era, indudablemente, el mejor libro introductorio para captar los temas centrales de Aristóteles y Kant. Las lecciones fueron tomadas taquigráficamente por los alumnos argentinos de Morente, quienes pulieron el manuscrito a partir de sus notas taquigráficas, y las publicaron en 1938 en Tucumán. Posteriormente la editorial Losada sacó una nueva edición, reeditada lo mismo en Madrid, que en México, como una edición en libro barato publicada por Porrúa en 1971. Doy todo este rodeo porque en esas Lecciones, García Morente les decía a sus estudiantes argentinos, prácticamente de bachillerato, que traducir del alemán puede ser a veces muy difícil, porque se trata de un idioma que es como un órgano que cuenta con dos teclados. En efecto, al expresarse los filósofos alemanes pueden recurrir tanto a la raíz germánica como a la raíz latina de una misma idea o concepto, mientras que nosotros sólo tenemos una sola palabra para conceptos bien diferenciados en alemán. Por ejemplo, para ‘racionalidad’ los alemanes pueden recurrir a la raíz latina Rationalität o pueden hablar de la Vernünftigkeit. O para ‘realidad’ pueden recurrir a la raíz latina Realität y a la raíz germana Wirklichkeit. Hacer esta diferenciación puede costar mucho trabajo si sólo se cuenta con la raíz grecolatina. Y lo mismo cabe para ‘materia’, ‘sustancia’, ‘esencia’. Una dificultad semejante en la traducción de Economía y Sociedad por parte de Medina Echavarría fue encontrada en el término Lehenfeudalismus, pues Lehen quiere decir feudo en raíz germana y Feudalismus es de raíz latina. Así, Lehen es la etimología germana para feudo y normalmente Lehen se traduce como ‘feudo’, pero Feudalismus también se traduce como ‘feudalismo’, y Medina Echavarría solucionó este problema de una manera no muy acertada al traducirlo como ‘feudalismo de feudo’, lo cual se antoja a una mera tautología. Buscando como lo habían traducido otros miembros del equipo de Medina, ya que éste no pudo revisar toda la obra y unificar todos los criterios de traducción, me encontré con que Ferrater Mora traducía más adelante este mismo término como ‘feudalismo de vasallaje’[5]. Lo cual no sólo eliminaba la tautología cacofónica, sino que le daba al término una circunscripción jurídica más precisa y específica y además, permitía tener claro que cuando en Economía y Sociedad se habla de ‘feudalismo’ Weber se refiere casi siempre a un tipo ideal. O sea, que aunque históricamente se identifique ese término con el feudalismo empírico-histórico medieval occidental, no es idéntico el tipo ideal a ese tipo de experiencia histórica. Incluso el término ‘feudalismo de vasallaje’ puede aplicarse perfectamente al Japón, porque ahí también existió, aunque con sus variaciones obvias, algo muy semejante. De tal modo que entendido como un tipo ideal, el feudalismo de vasallaje puede usarse para entender y explicar la instancia histórica específica del caso occidental medieval, pero también, resaltando todas sus diferencias, permite entender la instancia histórica particular del Japón. Con respecto al término `feudo´, en otro lugar debí corregir una errata obvia que, sin embargo, se había mantenido en las dos ediciones previas del FCE de 1944 y 1964. Se trata de una errata que proviene originalmente de la primera edición alemana donde en vez de Lehen (feudo) se transcribió por errata Lehre (doctrina) y aunque Medina lo tradujo como `doctrina´, por el contexto de formas de dominación en que aparece es evidente que Weber se refiere aquí al `feudo´ y no a ninguna `doctrina´[6].
Mi tarea editorial consistió pues, entre muchas otras cosas, en corregir erratas siguiendo palabra a palabra el texto original en alemán de Weber, buscar dónde habían omisiones, a fin de repararlas, para luego hacerse cargo de como retraducir los conceptos más importantes, o sea, más determinantes e influyentes de toda la investigación weberiana. Tuve que recurrir a diversos neologismos, con respecto a términos alemanes cuya dificultad para traducirlos al español seguramente también la vio Medina Echavarría. Tal es el caso, por ejemplo, de las categorías sociológicas fundamentales de Vergesellschaftung y Vergemeinschaftung porque con toda seguridad Medina se dijo a sí mismo “si los traducimos como socialización y comunización, eso ya tiene otro significado muy distinto en español a lo que Weber quiere darnos a entender”. Y efectivamente, en la terminología marxista, ya se hablaba de la ‘socialización de los medios de producción’, mientras que Parsons lo usaba para referirse a algo totalmente distinto, es decir, al proceso sistémico de la ‘socialización de normas’. Medina Echavarría conocía La estructura de la acción social ([1937] 1961) de Talcott Parsons a la que cita en sus propias obras. Parsons ya había introducido la idea de ‘socialización’ como una internalización de normas, que es algo muy diferente a lo que Weber quería decir por Vergesellschaftung. Y aunque Medina era español, estaba muy consciente de los problemas que tendría traducir Vergemeinschaftung por ‘comunización’ en un país como México, ya que después de la Revolución Mexicana, se había discutido mucho en el Congreso Constituyente, en periódicos y en mítines políticos, si se tenía que llegar a una comunización de la tierra, y si el ejido[7] de México, que es una institución agraria muy peculiar porque tiene orígenes prehispánicos, era equivalente a la ‘comunización’ de la tierra o no. Por todo lo anterior, traducir Vergemeinschaftung como ‘comunización’ generaba muchas confusiones. Al mismo tiempo, uno de los libros más famosos de la sociología clásica alemana era Gemeinschaft und Gesellschaft ([1887] 1947) de Ferdinand Tönnies, traducido como ‘Comunidad y Sociedad’, y constituía ya una referencia obligada entre antropólogos sociales, sociólogos, juristas e historiadores de la década de los años treinta en todo el mundo de habla hispana. Ante esto, Medina Echavarría y Roura Parella decidieron traducir ‘Tipos de comunidad y sociedad’, en lugar de ‘Tipos de socialización y comunización’ que es el subtítulo con el que abre la segunda parte de Economía y Sociedad[8]. Pero, en mi opinión, esa tampoco fue una buena solución porque sustantivizó algo a lo que Weber quería imprimirle intencionalmente un carácter no estático, sino dinámico, de proceso en gestación y desarrollo. Y por eso me decidí a utilizar en mi revisión de la traducción los neologismos técnicamente neutrales de ‘relación comunitaria y ‘relación asociativa’, para mantener esa idea dinámica y de proceso, al mismo tiempo que evitaba las confusiones semánticas a las que se prestan los términos de ‘comunización’ y ‘socialización’[9]. Recuerdo que desde mi época de estudiante de licenciatura comentábamos con los maestros de teoría sociológica y ciencia política en El Colegio de México por qué Medina Echavarría había traducido esos términos como si fueran los de Tönnies y los había privado del carácter dinámico que Weber quería imprimirles, máxime cuando había detectado por mi cuenta que desde 1927 Pérez Bances ya había traducido el subtitulo de la Sociología de Simmel como ‘Estudios sobre las formas de socialización’ (Vergesellschaftung). Esta era pues una de las cuentas pendientes que desde mis mocedades sabía que tenía la traducción del equipo de Medina Echavarría, al lado de las muchas ventajas y virtudes que, por supuesto, también tiene su legendaria traducción.
A comienzos del siglo XXI hubo una discusión en la comisión editorial del Fondo de Cultura Económica (FCE), sobre si valía la pena hacer una traducción totalmente nueva para corregir esos errores y erratas. Aquí en Argentina, Eduardo Weisz me acaba de preguntar por qué no se le propuso al FCE que se tradujeran los siete volúmenes que ya estaba publicando en Alemania el equipo de la Gesamtausgabe. Esa misma inquietud ya se la había planteado yo mismo a Joaquín Díez-Canedo, subdirector del FCE, por el 2005. Y él me respondió que no tenía sentido publicar los siete volúmenes de la Gesamtausgabe, los cuales suman más de tres mil páginas, porque esa era una edición documental para investigadores especializados y que jamás podría erigirse en una edición de estudio, como la que el FCE había tenido a lo largo de casi setenta años. Además, hacer dicha edición saldría carísimo y no era el objetivo editorial del FCE traducir una edición crítica sino actualizar y mejorar con un aparato crítico la ya existente para propósitos de consulta y estudio. Esa era una primera objeción. La segunda, con la cual estuve de acuerdo, es que Economía y Sociedad constituye un ícono de las publicaciones del FCE, más todavía cuando a finales de los años noventa se la identificó como la obra de sociología más influyente e importante de todo el siglo XX en una encuesta donde participaron, cerca de tres mil investigadores de 32 países[10]. Los investigadores encuestados acabaron votando por mucho a Economía y Sociedad por encima de otros textos que también el FCE tenía en su colección de ciencias sociales, como La imaginación sociológica ([1959] 1961) de C. Wright Mills, Teoría y estructuras sociales ([1949] 2002) de Robert K. Merton o La ética protestante y el espíritu del capitalismo ([1905] 2003) que quedó en cuarto lugar en esa encuesta. Claro, algunos podrían decir: Bourdieu, Habermas, Giddens, Luhmann y Norbert Elias ¿no aparecieron en esa encuesta? Sí, aparecen pero están en otros lugares, algunos dentro de los diez; otros dentro de los veinte, pero no están en entre los primeros cinco lugares. Alguien más pudo objetar, bueno, pero Las reglas del método sociológico ([1895] 1997) y El Suicido ([1897] 2014) de Durkheim, ¿no fueron fundacionales? Sí, pero son del siglo XIX y la encuesta era para obras del siglo XX. Por eso no entraron tampoco El capital de Marx ([1867] 2014), La democracia en América ([1835] 2007) de Tocqueville, o El curso de la filosofía positiva de Comte ([1842] 1977), sino sólo obras del siglo XX. En la votación sí está La dialéctica negativa ([1966] 2005) de Adorno o La personalidad autoritaria (1950) , pero en otros lugares. Asimismo, se encuentran los libros de Marcuse, los de Horkheimer y los de Lazarsfeld. Pero sólo Economía y Sociedad ganó el primer lugar. Este fue pues otro aliciente para hacer una nueva edición, que en secreto yo también empecé a planear para que apareciera en 2014, cundo se cumpliera el 150 aniversario del natalicio de Max Weber.
En consecuencia, una nueva edición del estilo de la que publicó la Gesamtausgabe en siete tomos quedaba descartada. Pero a mí se me otorgó la libertad de realizar una edición híbrida, es decir, una que pudiera seguir siendo usada como obra de consulta y estudio, al mismo tiempo que incorporara varias de las ventajas y decisiones editoriales de la Gesamtausgabe, sobre todo por el éxito que ya había tenido mi edición crítica de La ética protestante y el espíritu del capitalismo, la cual había demostrado exitosamente que podían cumplirse ambas misiones, en muy buena medida porque esa edición hasta se había adelantado por más de una década a la que finalmente salió publicada en la Gesamtausgabe. De tal modo que con un «estamos seguros que con su erudita capacidad e ingeniosa imaginación ya demostrada con el éxito de su edición crítica de la ética protestante, usted podrá realizar una espléndida edición comentada, anotada y mejorada de la primera traducción, en cualquier idioma, de Economía y Sociedad una de las joyas emblemática de nuestra colección de sociología en el FCE. Si hay alguien que puede hacer esto es usted, así que ¡adelante y literalmente manos a la obra!». Y efectivamente, era una peculiaridad del FCE tener el record de haber sido la primera casa editorial del mundo entero en traducir Economía y Sociedad en su totalidad, y que además hubiese tenido negociaciones directamente con Marianne Weber para su edición, sin olvidar que todos y cada uno de los traductores tenía su propia fama y prestigio muy consolidados. Hacer una nueva traducción hubiera sido quitarse una medalla y no aprovechar las grandes virtudes, que también las tiene, de la traducción del equipo coordinado por Medina Echavarría. Hablando el tema con los directores del FCE, me pidieron un dictamen. En mi informe, básicamente la pregunta fue si era rescatable la traducción de Economía y Sociedad de Medina Echavarría y compañía en función de todo lo que se había publicado en el último medio siglo en Alemania. Respondí que sí, que era rescatable pero que había que ayudarla mucho mediante una profusa revisión y con la libertad para corregir no sólo erratas y omisiones, sino también con la libertad para retraducir conceptos y categorías fundamentales, así como traducir nuevos textos, entre ellos la cabeza conceptual del artículo de Logos de 1913 que es la que rige la parte más voluminosa y antigua de la obra. Además solicité libertad para incluir todas las notas críticas y aclaratorias que considerara necesarias, lo cual me fue concedido por el éxito alcanzado con mi edición crítica de La ética protestante. Además era necesario modernizar y homogeneizar la terminología de cinco traductores diferentes, que por las premuras de la primera publicación, Medina Echavarría ya no pudo llevar a cabo.
Un ejemplo de la necesidad de homogenización de los términos, como señaló Esteban Vernik en su presentación[11], es el de las múltiples maneras en que a lo largo de la Economía y Sociedad se traduce el término Lebensführung. Él identificó once formas distintas de traducción, yo no las conté. Este término a veces se traduce como ‘estilo de vida’, ‘modo de vivir’, ‘llevar un tren de vida’, ‘vida’, ‘construcción de vida’, de tal modo que fue necesario encontrar un término técnico y neutral para traducir ese término fundamental. Wolfgang Schluchter, editor de las obras completas de Weber en Alemania, ha encontrado que Lebensführung en Max Weber, tiene un nivel de categoría conceptual que es prácticamente equivalente a la noción de ‘formas de vida’ (Lebenswelt) de Husserl o de Schütz. O sea, que ya tiene cierta identidad conceptual, y Schluchter tiene al respecto dos volúmenes en la colección de Suhrkamp dedicados a ese tema[12], por lo que se volvía especialmente urgente encontrar una traducción adecuada y homogeneizada para las mil quinientas páginas de la obra de Weber, lo cual requería ‘peinar’ el término e irlo homogeneizando de la manera en que lo decidí: como ‘modo de conducción de vida’. Había que ir al texto original en alemán, identificar el término, buscarlo en la traducción española y ahí comenzar a hacer la corrección de esas once variantes que identificó Vernik, para modificarlas y homogeneizarlas en el importante sentido usado por Max Weber.
El otro elemento importantísimo de por qué había que hacer una revisión cabal está referido a que mientras se había avanzado mucho en la discusión que los editores alemanes tenían con respecto a Los conceptos sociológicos fundamentales que Weber escribió para 1920, estos nada más rigen para menos de una cuarta parte de la obra[13]. La primera edición original completa en alemán tiene ochocientas cuarenta páginas y lo que Weber alcanzó a mandar a la imprenta antes de morir fueron sólo ciento ochenta, es decir, la cabeza conceptual de 1920 sólo sirve para ser usado en las primeras ciento ochenta páginas[14]. El resto de la obra, es decir, todo el llamado manuscrito más antiguo y voluminoso que compiló, recopiló y modificó Marianne Weber de los escritos que encontró en el legado de su marido utiliza otros conceptos y categorías. Durante décadas la obra se leyó mal, porque se usaban los conceptos de un manuscrito muy posterior, el de 1920, para entender un manuscrito más antiguo, de 1909 a 1914, que usa otros conceptos y categorías. Weber utiliza así otros conceptos para la mayor parte de su obra, pero en ediciones previas a la mía, lo mismo en español, que en inglés, francés o alemán, faltaba la definición conceptual de esos otros términos. Por ejemplo, el término fundamental de ‘acción social’ (soziales Handeln) no es el usado por Weber en la parte más antigua de la obra sino el de Gemeinschafsthandeln que traduje en mi edición como ‘actuar en comunidad’. Pero el problema se complicaba aún más porque un par de veces aparece en la parte más antigua el término de ‘acción social’ que Weber aún no desarrollaba en 1914 y yo me decía “pero esto es imposible porque Weber todavía no había acuñado para esta fecha este término ¿qué pasa aquí?” ¿Qué fue lo que pasó? Pues que Marianne Weber se tomó en 1921 la libertad de ‘actualizar’ el término y lo modificó para ponerle ‘acción social’, pero sólo un par de veces, porque en el resto de los manuscritos dejó sin modificar el del ‘actuar en comunidad’. Sólo que eso puede verse por el contexto, y los sagaces editores alemanes acabaron por detectarlo, me refiero a Mommsen, Schluchter, Hanke, y Lepsius quienes detectaron el agregado anacrónico de Marianne Weber y que no era, ni podía ser, del propio Max Weber. De ser así, entonces, ¿dónde se podía encontrar una cabeza conceptual equivalente a la de 1920, pero para la parte más antigua? En 1988 Schluchter fue el primero en señalar en un artículo[15] que la cabeza conceptual que rige toda la parte más antigua de Economía y Sociedad es un ensayo publicado en 1913, el cual fue traducido al español por primera vez en la Argentina por José Luis Etcheverry, aunque con muchas deficiencias. Dicho trabajo lleva por título Sobre algunas categorías de la sociología comprensiva[16]. Un problema a señalar es que la traducción de este artículo por Etcheverry se incluyó en un libro que como muy bien menciona Eduardo Weisz, no se le puso el título original, sino que al parecer tomaron el título de una traducción italiana de Ensayos de metodología sociológica ([1968] 2001) pues si uno analiza con cuidado esos ensayos, no todos son de metodología sociológica. El de las categorías sí, pero otros no. Sea como sea, la traducción de José Luis Etcheverry contenía muchos errores. Una es que quizás hizo el trabajo demasiado rápido. Por ejemplo, un término que sí admite dos posibilidades de traducción, como ‘probabilidad’ u ‘oportunidades’, es Chancen. Por alguna razón él lo quiso dejar como aparece en el original en alemán, lo cual suena al término inglés de ‘chance’. La traducción causaba equívocos pues hoy en día, en México por ejemplo, se dice “dame chance” para “dame una oportunidad” y sin ninguna referencia a su sentido de ‘probabilidad’. Pero el asunto está en que había que traducirlo por ‘probabilidades’ u ‘oportunidades’. Ralf Dahrendorf, sociólogo angloalemán, había publicado ya en 1979 su libro en inglés Life chances ([1979] 1981). El título era una traducción de Lebenschancen que es un término usado por Max Weber en otros escritos para referirse a ‘oportunidades de vida’. Por sus conocimientos de teoría económica, Weber manejaba también términos de estadística, y por eso en otro contexto utilizó Chancen en el sentido de ‘probabilidades’. De tal modo pues que en determinados lugares y según el contexto se tiene que traducir este término como ‘probabilidades’ y en otros como ‘oportunidades’, pero me parece muy inapropiado dejarlo simplemente sin traducir como Chancen. Ese es un ejemplo entre varios más en que tenía serias dificultades la traducción de José Luis Etcheverry, aunque sus traducciones sean muy valiosas para otros ensayos de Weber como el de la objetividad de 1904.
El segundo y más importante punto, es que precisamente ese texto de 1913 iba a ser en ese año la cabeza conceptual de la parte más antigua de Economía y Sociedad, por lo cual, una vez vuelto a traducir por mí, me serviría de instrumento invaluable para revisar, corregir y homogeneizar la terminología conceptual de toda la parte más antigua y extensa de la obra. Posteriormente, descubrí otra cosa muy importante. El concepto fundamental de Max Weber, que todo el mundo lo considera distintivo de él, me refiero a ‘acción social’ (soziales Handeln), es un término que acuñó en 1920 pero en la mayor parte de Economía y Sociedad, utiliza otro. Con Luis Aguilar Villanueva, quien estuvo mucho tiempo en Argentina y es un traductor conocedor de la obra de Weber, tuvimos una fructífera discusión en la presentación estelar de Economía y Sociedad en México cuando me preguntó: ¿pero cuál es el término equivalente más importante que utilizaba en 1913?, la respuesta fue: Gemeinschaftshandeln. Esto lo traduje como ‘actuar en comunidad’, sólo que Luis me replicó: “pero eso se ve arcaico, embrionario, frente a la precisión tan depurada que va a alcanzar posteriormente el concepto de acción social”. Y eso es correcto, pero respondí si Weber utilizó ese concepto, no podemos tampoco hacer esa extrapolación y cambiarlo, pues están las ediciones alemanas que lo mantienen como tal. Entonces al traducir hay que encontrar el término original, poner una nota al pie en donde se diga que este es el equivalente de ‘acción social’, demostrarlo y respetar la terminología original. De todos modos subyace la pregunta sobre cómo puede demostrarse que el término original era ‘actuar en comunidad’ y no ‘acción social’. En mi estudio introductorio a la nueva edición lo aclaro, y en realidad es algo muy sencillo. El mismo ejemplo que Max Weber pone en 1920 en Los conceptos sociológicos fundamentales para identificar una ‘acción social’ es el mismo que pone en el ensayo de 1913 para identificar un ‘actuar en comunidad’, un Gemeinschaftshandeln, frente a un actuar que no es social. El ejemplo es el famoso choque de ciclistas que, por sí mismo, no es una ‘acción social’, no es un ‘actuar en comunidad’, pero el altercado que viene después del choque de ciclistas; “tú tuviste la culpa, no yo, cuánto te debo porque se rompió la luz de la bicicleta” o lo que sea, eso sí es lo es. Todo el proceso de regateo, de reproches o disculpas, eso sí es ‘acción social’ o ‘actuar en comunidad’ y es exactamente el mismo ejemplo que Max Weber pone en ambos casos. Se nota que cuando Weber escribió en 1920 sus Conceptos sociológicos fundamentales, tenía un ojo puesto a lo que había escrito en 1913, pero lo fue modificando para la versión del veinte, y así agregar, quitar o modificar posteriormente otros aspectos de lo redactado originalmente en el ensayo del trece. Así que por mucho que algunos críticos se dediquen a analizar lo que Weber escribió en los concepto sociológicos fundamentales de 1920, eso no les va a servir de gran cosa para entender la parte más voluminosa de la obra, porque ésta se rige por otras categorías conceptuales que son las de 1913 intercaladas por mí como gran aportación de la nueva edición mexicana en la parte correspondiente de la obra (cfr. pp. 433-469) a fin de que el resto de la obra pueda ser leído, a partir de ahora, con la cabeza conceptual que le corresponde. En Alemania ya se había discutido mucho esta cuestión antes de que yo tomara mi audaz decisión editorial para lo cual me vi alentado por Schluchter, a quien conocí en Heidelberg durante mis años de estudiante allá por 1979. Schluchter me aconsejó en 2005, aquí por las calles de Buenos Aires, que sí debía introducir en mi edición la cabeza conceptual de 1913, aún y cuando eso no se iba a hacer ya en la Gesamtausgabe alemana porque Wolfgang Mommsen, quien tuvo hasta su fallecimiento en agosto de 2004 más peso que Schluchter en esas decisiones editoriales, se salió con la suya en prácticamente todo lo que se propuso. Por ejemplo, Schluchter encontró que el título Wirtschaft und Gesellschaft no lo había puesto Max Weber, que es un arreglo que hace Marianne Weber con los editores para ocupar una sección de una enciclopedia en la que Weber iba a co-escribir un volumen. El acompañante de Weber en la sección de ‘Economía y Sociedad’ era Eugen von Philippovich, quien a diferencia de Weber terminó su trabajo a tiempo pero al final fue enviado por petición de Marianne Weber a otro lado de la estructura de la enciclopedia para la economía social a fin de dejar ese espacio libre, exclusivamente para el trabajo póstumo su marido[17]. Schluchter decía por ello que el auténtico título de la obra, tal y como lo visualizó el propio Max Weber era El orden y los poderes económicos y sociales, mientras que Mommsen se oponía por razones de conveniencia e identificación universal de la obra y por ello declaró tajantemente con toda su autoridad casi prusiana: “se queda el título de Wirtschaft und Gesellschaft”. En todo caso, el subtítulo se puso en la edición crítica de la Gesamtausgabe. Con respecto al artículo de las categorías, fue Mommsen quien decidió que ese ensayo pertenecía a lo que conocemos en español como Ensayos sobre metodología sociológica y no debía utilizarse, por lo tanto, para la edición crítica de Economía y Sociedad. Sólo que esa decisión no fue aceptada por otros especialistas quienes la objetaron airadamente. Así a un erudito japonés, Hiroshi Orihara, le parecía que insertar el ensayo del trece era la solución más lógica al problema de la divergencia conceptual en la obra. Escribió muchos artículos para demostrar las correlaciones que existen entre los conceptos del ensayo del trece con la parte más antigua de Economía y Sociedad, llegando a la conclusión de que debía incluirse ese texto justo al principio de esa parte, tal y como yo lo hago en la nueva edición del FCE. Cuando apareció el volumen de las comunidades editado por Mommsen en la Gesamtausgabe, Orihara sufrió una gran decepción y puso el grito en el cielo. El volumen estaba a cargo de Mommsen y su sugerencia editorial no había sido atendida y al parecer ni siquiera escuchada. Orihara escribió entonces un amargado y agresivo artículo (2003), denunciando “el gran mal que habían hecho a la edición de esta obra los alemanes”, porque habían perpetrado una monstruosa operación digna del Dr. Frankenstein, y por ello tituló a su artículo: “Las cinco partes desmembradas y sin cabeza” del Doctor Frankenstein[18]. Y fue entonces cuando Schluchter se vio obligado a defender, a pesar de ir en contra de una propuesta original suya, la decisión editorial de Mommsen y la Gesamtausgabe para responderle a Orihara y precisarle varios puntos, tales como que su posición era una desmedida exageración, ya que el objetivo de la Gesamtausgabe no era publicar un libro que tuviera una unidad interpretativa, sino que se estaban publicando los documentos, de manera separada, y lo más cercano a cómo Marianne Weber los encontró. Por ello, no habría necesidad de alguna coherencia, pues no la tiene, puesto que se trata de editar documentos y no un libro ‘acabado’[19].
Ahora bien, a diferencia de la edición documental alemana, el caso era distinto para la edición anotada de estudio y consulta del FCE. Como la idea era realizar un libro, y además en un solo volumen y no en siete, sí tenía sentido encontrar esa coherencia que el propio Schluchter propuso y me había alentado a que la siguiera para la nueva edición mexicana. Cuando lo vi aquí en Buenos Aires en 2005 le comuniqué cómo iba a hacer esa nueva edición, y él entusiasmado, me brindó toda una serie de sugerencias, que más bien eran como instrucciones, sobre cómo le hubiese a él gustado hacer una edición así. Las características de los elementos con los que contábamos en México eran muy novedosas para él. Le dije que en México contábamos ya, de cierta forma, con dos ediciones distintas de Economía y Sociedad. La que hizo Marianne Weber en 1922 y la que hizo Winckelmann en 1956. La primera de Medina Echavarría, que tuvo una sola edición, sigue el orden de la edición del veintidós de Marianne Weber. Los correctores de 1964, por su parte, se inspiraron en la cuarta edición de Johannes Winckelmann y tradujeron nuevos textos, no incluidos en la versión de 1922 sino hechos por Winckelmann para su edición de 1956. Además el orden de los textos es muy diferente en ambas ediciones y eso no parecen saberlo quienes afirman, por ignorancia, que no es cierto que el FCE tuviera dos ediciones distintas de Economía y Sociedad; ahora tiene tres y mi edición es la que más cambios introduce frente a las otras dos. Pero en 2005 yo le dije a Schluchter que teníamos dos ediciones basadas en la segunda y la cuarta alemanas, y sin dudarlo me confesó: “no sabía que México era el único país del mundo, aparte de Alemania que cuenta con dos ediciones distintas de Economía y Sociedad”, esto es “wunderbar! ” (fenomenal!). Pero agregó, que para mi edición “sin dudarlo, regrese a la de Marianne, esa es la decisión que tomamos ya en la Gesamtausgabe”. La primera edición alemana está sólo manipulada por Marianne, pero la cuarta está aún más manipulada por Winckelmann. “Por eso tomamos en Alemania la decisión de volver a la primera edición y usted debe hacer lo mismo en México”. Schluchter agregó entonces con mirada grave y sentenciosa: “pero empiece su edición –él tenía en mente una edición documental cronológica– por el ensayo de 1913, siga después con todo el mal llamado viejo y gordo manuscrito, y cuando termine la sociología de la dominación con el capítulo de la hierocracia, entonces inserte ahí lo que Weber alcanzó a entregar a la imprenta en 1920 comenzando con Los conceptos sociológicos fundamentales, para terminar cronológicamente la segunda y más nueva sección”. Su idea pues, era claramente seguir un orden cronológico. Para mí sonaba muy bien, pero no fue así para los propósitos editoriales del FCE. Ellos querían que siguiera siendo una obra de referencia didáctica, utilizada por los estudiantes, y no tanto por los especialistas. Cuando le propuse a Joaquín Díez-Canedo el proyecto de edición cronológica de Schluchter, él me dijo que no era conveniente. Su razón refería a que cuando se publicara la traducción, todos estarían expectantes, como de hecho fue así, para preguntarse “¿cambió la definición de sociología?” Y en efecto, lo primero que todos los colegas iban a consultar primero era la ya clásica definición weberiana de sociología como «una ciencia que pretende entender, interpretándola, la acción social para de esa manera explicarla causalmente en su desarrollo y efectos”[20], y si así no aparecía desde el principio y se introducían otros cambios, con lo primero que iban a encontrarse sería con un ensayo diferente de 1913, ausente en las ediciones previas, pero que para empezar ni siquiera tiene una definición de sociología. Yo lo entendí inmediatamente.
Por otro lado, ante mi propuesta de regresar a la primera edición de Marianne Weber que se había traducido en 1944, al FCE se le iluminaron los ojos con signo peso, porque durante cerca de medio siglo habían tenido que pagarle regalías, primero, a Johannes Winckelmann desde 1964 y luego a sus herederos, tanto por los derechos de una introducción como por el orden de textos en la edición y la ‘invención’ de Winckelmann de una sociología del Estado que Weber jamás escribió para Economía y Sociedad. Les expliqué entonces que si regresábamos a la edición de Marianne Weber ya no habría que pagarle derechos a nadie, o por lo menos nada más a mí. En Alemania están publicando todavía, además de la quinta edición de Winckelmann que la Mohr mantiene en circulación como edición de estudio, la primera edición de Marianne que ya es de dominio público y por la que no hay que pagar ya ningún derecho. Es como una edición de La política de Aristóteles por la cual ya no se pagan derechos y uno puede hacer las impresiones de la obra que quiera. Eso los convenció y me dijeron “perfecto, regresemos a esa edición”. Pero a mí me van a pagar por regalías, a diferencia de la Ética protestante, por la que me dieron un pago fijo. Aquí muy generosamente, Martí Soler, que era Gerente Editorial del FCE, me aconsejó “firma un contrato por regalías, porque en función de lo que se venda, y es un libro que se va a vender mucho, te conviene más estar recibiendo anualmente regalías, que si te damos un solo pago fijo ahora como lo hicimos con la Ética protestante”.
Esa fue una cuestión que a ellos les complació mucho, el que no se tuvieran que pagar regalías hacia afuera. ¡Sería nuestra edición! O sea, es la edición Francisco Gil Villegas, porque en Alemania no existe ninguna edición como la mía que incluya el ensayo de 1913 como cabeza conceptual para la parte más antigua de la obra y tampoco la hay todavía en francés, inglés o italiano. Con el tiempo, estoy convencido, van a aparecer, lo van a tener que hacer, pero por el momento la nuestra es la vanguardista.
El FCE me buscó a mí para realizar un dictamen sobre el estado de la traducción de Economía y Sociedad, ya que tres directores y varios miembros de los comités editoriales habían quedado bastante impresionados con mi edición de La ética protestante. Esta última sí es una edición crítica. Por ejemplo, separé con corchetes lo que Weber agregó en la segunda edición del veinte, agregando una introducción donde explico esas características. Pero lo que más les impresionó fueron las notas críticas y explicativas, “qué es lo que quiere decir aquí Weber”, entre otras cosas lo de la jaula de hierro, que debe traducirse mejor como un “caparazón duro como el acero”, pero hay muchas otras cosas, por ejemplo, en una parte, en La ética protestante, Max Weber parafrasea al Fausto de Goethe, sin dar la referencia expresa. Él no va iba a insultar a sus lectores para decirles “esto viene del Fausto”, porque suponía correctamente que sus lectores pasaron por el Gymnasium… si no es que por la primaria, y todo el mundo debería saber las frases importantes de la obra inmortal de Goethe. En la primera parte del Fausto cuando se presenta por primera vez Mefistófeles, y el Doctor Fausto le pregunta quién eres, Mefistófeles le responde “yo soy aquel que queriendo siempre hacer el mal, acabo por hacer el bien”, pero Weber la parafrasea para describir metafóricamente al protestantismo capitalista como aquel que “queriendo hacer siempre el bien acaba por hacer el mal”. Invierte la frase. Por eso tuve que poner ahí una nota: “Aquí Weber está jugando e invierte la ironía mefistofélica”. No existía una nota en alemán, ni una explicación expresa de la inversión irónica porque él suponía que todos sus lectores alemanes la verían inmediatamente. Es como si en español yo dijera “en un lugar de la Mancha de cuyo nombre sí quiero acordarme” y pusiera en una nota de pie: “Véase, Miguel de Cervantes Saavedra, El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, página uno”. Sería pedante y absurdo, pues todo el mundo de habla hispana sabe a qué obra nos referimos aún cuando invirtamos con un ‘sí’ en vez de un ‘no’ su sentido… bueno lo mismo ocurre con el alemán. Los versos del Fausto son conocidos por todos los germanoparlantes. Pero para quienes no son germano-parlantes, sí era necesario introducir una nota explicativa sobre cómo Weber juega con la frase y le cambia el sentido. Del mismo modo, en el ya mencionado ensayo de 1913 sobre las categorías de la sociología comprensiva, Weber juega con la semejanza de la raíz etimológica entre ‘consenso’ (Einverständnis) y ‘entendimiento’ (Verständnis), por lo que debí poner una nota en la edición de Economía y Sociedad explicando el juego de palabras que, en este caso, en español no es tan obvio como en alemán[21].
¿Por qué me buscaron a mí para realizar la nueva edición? Pues porque el trabajo representaba un gran reto. A diferencia de Economía y Sociedad, La ética protestante estaba llena de notas, especialmente en la segunda edición de 1920. Algunas notas llenan hasta cuatro páginas en el original alemán, por ejemplo en las que Weber se pelea con Rachfahl o con Sombart[22]. Por el contrario, Economía y Sociedad no tiene notas pues Weber lo escribió a la carrera, de mal humor, para salir de un compromiso editorial de algo que tenía pendiente desde hacía ya cuatro años o más. El reto consistía, entre otras cosas, en que en el caso de las notas había que partir prácticamente de cero. Cuando uno lee Economía y Sociedad es notorio que Weber no redactaba con notas y que se compone de muchos manuscritos heterogéneos, en donde si acaso menciona “como dice Simmel”, “como dice Jellinek” o “como dice Rickert”, pero nunca remite a notas de pie y no da referencias bibliográficas completas. Y así, de pasada, menciona por ejemplo a Rathgen[23] que es un especialista de la época en Japón, por supuesto también a Stammler[24], pero de muchos de ellos nada más está el nombre enunciado y no hay notas. Por ello el objetivo era buscar las obras de esos autores para dar en una nota editorial la referencia bibliográfica completa. Poco a poco se fue ampliando el trabajo porque además de las notas hay, por ejemplo, muchas referencias que Weber hace a los clásicos grecolatinos. Como Weber escribió su tesis de habilitación sobre la historia agraria romana[25], por todos lados hay referencias expresas a Cicerón, a Varrón, a Catón y a Columela, así como también las hay implícitas en varias de sus obras a Tito Livio, Herodoto, Tucídides, La constitución ateniense de Aristóteles, etc.. Entonces, se trató no solamente de apuntar “esto viene de Tucídides, Historia de la guerra del Peloponeso”, sino que había que buscar específicamente los pasajes a los que Weber se está refiriendo, explícita o implícitamente. Por ello, tuve que transcribir párrafos de las diversas obras encontradas. Otro ejemplo muy ilustrativo es el de Rudolph Sohm, quien fue maestro de Weber en Berlín. De Sohm fue de dónde Weber tomó el término ‘carisma’[26], concepto que utilizaba su maestro para describir diferentes aspectos de la historia eclesiástica antigua y alemana, específicamente del protestantismo, y es originalmente un término que quiere decir ‘gracia’, ‘tocado por Dios’, ‘gracia de Dios’. Weber primero lo tomó para su sociología de la religión, y de ahí lo llevó a la sociología política, adquiriendo posteriormente el significado que ahora todo el mundo usa. Asimismo, Rudolph Sohm también fue su maestro de Derecho Romano. De tal modo que descubrí que buena parte de las alusiones de Weber al derecho romano provienen de Sohm, aunque por supuesto también usa profusamente a Mommsen, Savigny, Krüger y las fuentes originales de los jurisconsultos romanos. Pero buscando en una ocasión la definición, por ejemplo, del per aes et libram (“por cobre y báscula”) que es un término de intercambio en el derecho romano por el cual el dinero era sopesado en presencia de cinco testigos y un pesador (libripens) para usarlo en un mancipatio, encontré que en las Instituciones de derecho privado romano de Sohm se daba una descripción muy concisa de cómo funcionaba todo ese procedimiento[27]. Esto me resultó sencillo por existir una traducción de Wenceslao Roces y haber sido el texto de derecho romano utilizado por décadas en la Universidad Nacional de México. Él vivió en Salamanca y emigró después de la guerra civil española a México. Buena parte de los términos buscados aparecían en su traducción, y son los que en buena parte también utilizó Max Weber. Entonces, en vez de traducir simplemente los términos y ya, hice referencia a la obra definiendo el término y transcribiendo a continuación el párrafo del texto de Sohm, y lo mismo hice para muchos otros términos como coemptio y confarreatio, rei vindicatio, hereditatis petitio, mancipatio, actio negatoria, nexum y muchos más[28]. Es interesante constatar que el libro de Sohm tuvo una gran difusión en España y en México, y estoy seguro que también aquí en Argentina, pues en él estudiaron derecho romano varias generaciones de abogados de los años 30’, 40’ y 50’ y yo lo sabía por mi padre.
En fin, mis notas cumplen para muchas otras materias y propósitos esa función: documentar, explicar, por ejemplo, de dónde viene el tema de la racionalidad. O bien en otros casos, usar obras del propio Weber para señalar dónde define de una manera más amplia algo a lo que se está refiriendo de pasada en Economía y Sociedad. Para ello me sirvió mucho la primera edición de la traducción de la Historia económica general [29], traducida para el FCE en 1942, dos años antes que Economía y Sociedad. Aunque en este caso no podemos reclamar tener la primera traducción como en Economía y Sociedad, porque el texto de la Historia económica se tradujo por primera vez al inglés en 1927. Otra fuente inagotable de términos y bibliografía utilizada por Weber para cuando habla del antiguo judaísmo o de China o India, son los Ensayos sobre sociología de la religión[30]. La bibliografía que no está en Economía y Sociedad, pero sí aparece en Historia económica general y en los Ensayos sobre sociología de la religión, yo la trasladé de ahí a las notas de Economía y Sociedad, y lo mismo hice con otras obras de Weber, algunas traducidas al español, pero otras no, como su tesis doctoral sobre la historia de las asociaciones comerciales del sur de Europa. Cuando la traducción al inglés de esta tesis[31] se publicó en 2003, la anunciaron como ‘el otro zapato’ que hace par con La ética protestante y el espíritu del capitalismo. El texto extraviado durante décadas, decían los publicistas, estuvo debajo de la cama de Weber, sin que nadie encontrará el otro zapato hasta que ahora ya puede verse cómo se complementan entre sí. Ahí hay muchas referencias bibliográficas en las que posteriormente se basó para redactar la sección de ‘La ciudad’ en Economía y Sociedad, pero había que rastrearlas y descubrirlas, y esa fue parte importante de mi trabajo.
El ensayo introductorio que realicé para Economía y Sociedad explica la polémica que existía en Alemania sobre cómo editar la obra, así como exponía la justificación para insertar la cabeza conceptual de 1913, además de justificar también la necesidad de actualizar algunos términos clave y de corregir erratas muy evidentes, según lo he mencionado ya. También presentaba al final de esa introducción un resumen del contenido de toda la obra, pensando fundamentalmente en fines didácticos. Cabe señalar que mi estudio influyó parcialmente en Olga Sabido y Gina Zabludovsky para su propio ensayo introductorio a la Sociología de Simmel (2014), ya que la mayor parte de esa introducción es un excelente resumen analítico del contenido de una obra muy difícil de leer de un tirón porque está fragmentada y el estudio introductorio de Zabludovsky y Sabido brinda una ayuda invaluable a quien va a leer esa obra por primera vez.
Un último punto que quisiera mencionar refiere a los méritos que posee la traducción de Medina Echavarría. Él tradujo por primera vez Herrschaft por ‘dominación’, cuando Parsons lo estaba traduciendo como ‘control’ o ‘imperativo de comando’ en términos estructural-funcionalistas. Pero la traducción de Medina Echavarría influyó en Gerth y Mills cuando tradujeron su selección de textos de Weber en From Max Weber (1946) publicado por Oxford University Press en 1946. Ellos tradujeron partes que todavía no estaban traducidas al inglés de Economía y Sociedad, y que nunca tradujo Parsons, seleccionaron fragmentos de la burocracia, el patrimonialismo, el carisma, etc., y ahí decidieron traducir Herrschaft al inglés como ‘domination’. Después Mommsen iba a decir en 1974, sin saber que el primero en hacer esa acertada traducción había sido Medina Echavarría para la edición mexicana, que la traducción de Gerth y Mills era la correcta, porque si vamos a la etimología de ambos términos, Herrschaft viene de Herr, ‘señor’, y ‘dominación’ del latín dominus, ‘señor’. Quedó muy sorprendido, pero a la vez muy complacido, cuando se lo demostré con el texto de 1944 en la mano, que Medina ya había traducido Herrschaft por ‘Dominación’ dos años antes que Gerth y Mills. En español se podía haber traducido también con la raíz latina de ‘señorío’, pero no es lo mismo ‘señorío’ que ‘dominación’. Por ello debe reconocerse que la traducción de Medina Echavarría tiene grandes aciertos y virtudes, y que valía la pena rescatarla mediante una revisión, actualización y profusa anotación crítica. También podemos seguir diciendo que mi edición rescata y se basa en la traducción del equipo coordinado por José Medina Echavarría, pero complementando con nuevos textos traducidos por mí para la nueva edición, al mismo tiempo que revisé la traducción de todos los demás. A todos ellos los ayudamos y en muchas ocasiones ni siquiera puse una nota aclaratoria. No se trata de eso, se hace la corrección y punto. No es una cuestión de estar señalando “aquí se equivocaron, miren que listo soy yo”. En algunas ocasiones, cuando la errata proviene del alemán, entonces sí hay que decirlo. Si eran los traductores quienes cometían el error, pues había que decir “lo corregimos para homogeneizar los elementos de la traducción”. Finalmente, se lo puedo decir muy honestamente, me he sentido muy orgulloso cuando han presentado mi edición en Colombia, Ecuador, España o en la televisión en México, en radio o en distintos espacios universitarios, al igual que me sentí muy bien por el reconocimiento otorgado a ella en la presentación que hicimos aquí en Buenos Aires en el Palais de Glace hace unos días. Me enorgullezco cuando la presentan como “la nueva edición de Economía y Sociedad traducida por José Medina Echavarría, Juan Roura Parella, Eugenio Ímaz, Eduardo García Máynez, José Ferrater Mora y Francisco Gil Villegas”. El hecho de haber quedado integrado a ese eminente equipo de traductores me parece mucho mejor que si nada más hubiera quedado aislado mi nombre. Cada uno de ellos era una autoridad y un gran especialista en su tema, y configuraron un espléndido equipo de traductores. Aparecer junto a ellos, además de como editor y autor del estudio introductorio y las notas, ha representado un gran honor para mi trayectoria académica. Asimismo, todas las más de dos mil quinientas notas, a menos que se indique lo contrario fueron puestas por mi pensando también en un público de habla hispana. Baste recordar que el texto original de Max Weber tiene poquísimas notas, no más de veinticinco, y que fueron hechas por Marianne Weber. Las dos mil quinientas notas de mi nueva edición equivalen más menos a una tercera parte de las mil quinientas páginas que constituyen todo el volumen.
L.L.: A propósito de las dificultades de traducir a Weber, si se evoca La ética protestante y el espíritu del capitalismo tal vez no haya otra metáfora más difundida para enfocar la condición del hombre moderno que la de la ‘jaula de hierro’. Sabemos que usted propuso traducir stahlhartes Gehäuse como ‘caparazón duro como el acero’. ¿Cuál es la ganancia conceptual y semántica de esta propuesta de traducción?
F. G. V.: El punto crucial está en que si Weber hubiese querido decir en alemán ‘jaula de hierro’ habría usado la expresión ‘eiserner Käfig’. Esta es una aportación de Baehr y Wells, traductores británicos de la primera versión de La ética protestante -edición Penguin (2002). Baehr había publicado un artículo previo (2001), que resumo en mi libro Max Weber y la guerra académica de los 100 años (2013). En la introducción a su edición de La ética, Baehr y Wells sostienen que la frase tiene otro significado, optando por traducir Gehäuse como ‘shell’.
Hay una anécdota de hace diez años aquí en Buenos Aires. Eran las jornadas weberianas organizadas por Perla Aronson y Eduardo Weisz[32] y acababa de salir en México mi primera edición crítica de La ética protestante. Al preguntarme en una de las sesiones de la Biblioteca Nacional cuál era la mejor manera de traducir stahlhartes Gehäuse, respondí que inicialmente había pensado en ‘concha dura como el acero’. Esta traducción en México y en España no tendría ninguna connotación adicional, pero mis amigas sudamericanas me advirtieron “eso en Argentina o Chile se va a oír muy mal”. Y por ello para la segunda edición de la Ética protestante en 2011 busqué un término neutro, ‘caparazón’, que incluso es más amplio, puesto que Gehäuse puede utilizarse también para el caparazón de las ostras, las almejas, y en ese sentido, tiene una connotación orgánica, como el caparazón de las tortugas o de los caracoles, y me parece que es por ello un mejor término que estuche o carcasa. El profesor Eduardo Grüner[33] en su exposición captó muy bien la perspectiva de Simmel de la tragedia de la cultura moderna, en el sentido de que el problema es muy grave porque no es un enemigo que tengamos que vencer, ni siquiera lo podemos ver, está con nosotros de manera cotidiana y a eso se refiere Weber como algo que se introduce en el aspecto orgánico. Un caparazón para una tortuga, un caracol o una almeja forma parte de su hábitat. Jamás lo va a vivir como una jaula. Es más, si se llega a sacar a la tortuga del caparazón o al molusco del caparazón en poco tiempo morirá porque lo necesita de una manera vital. Es como su propio hábitat, y lejos de percibirlo como algo extraño a su cuerpo, lo siente como parte esencial de su constitución vital. Simmel lo anuncia precursoramente y Weber lo elabora de una manera más detallada al tratar el tema del desarrollo de la técnica, que por supuesto Heidegger también aborda después, pero en este punto específico la preocupación central de Weber es que el desarrollo de la tecnología genera una situación que transforma la esencia de la naturaleza humana.
He desarrollado un ejemplo para dar cuenta de ese cambio de la naturaleza humana por el desarrollo de la tecnología, eso no está en Baehr y Wells. Considero que el desarrollo tecnológico que hemos experimentado en los últimos veinte años puede ser entendido como un caparazón de acero. Max Weber alcanzó a vislumbrar algo de esto a principios del siglo XX pero él nada más conocía teléfonos, telégrafos, ferrocarriles y ametralladoras (como arma automática), barcos a vapor, acuñando el término antes de la aviación de la Primera Guerra Mundial. Si hubiera podido ver todo el actual desarrollo tecnológico hubiera dicho “es que ya está dándose ese proceso de transformación de la esencia de la naturaleza humana”. Para dar un ejemplo… el equivalente análogo sería sacar a un molusco o una tortuga de su caparazón, es decir ¿qué pasaría si se le despojara de su hábitat? Se puede encontrar un caso análogo para entender lo que estoy diciendo si se les quitara a los estudiantes de hoy el iPad, el teléfono celular, la computadora, los auriculares, el acceso a todo lo que es internet, juegos y música, etc. Se sentirían totalmente inermes, desnudos, faltándoles algo fundamental. Todos esos artefactos tecnológicos no son para ellos una ‘jaula de hierro’ sino un caparazón sentido como endémico a su hábitat natural. Eso no es una caja opresiva o una prisión, sino algo que ya está tan integrado, tan absorbido en la propia humanidad que es por lo que Weber anunciaba, casi proféticamente, que ya se estaba transformando la esencia de la naturaleza humana, mutando hacia algo diferente, y quién sabe si sea para algo mejor. Por ejemplo los niños autistas. Hoy en día, muchos niños prefieren un juego electrónico de video antes que un tren eléctrico o automóvil de juguete, y no necesitan socializar con otros niños para divertirse. Pero eso ha llevado a que al sumergirse en los juegos de video, los niños o niñas dejan de lado la interacción con otros niños, encerrándose en sí mismos en ese proceso. Esto se relaciona con algunas sintomatologías del autismo que son un foco ámbar con respecto a lo que podría llegar a significar más adelante. Esa era la preocupación antropológica fundamental, como señala Wilhelm Hennis, subyacente a una perspectiva más amplia y profunda en Max Weber, y que a mi parecer, está emparentada con la descrita por Simmel en el origen de la “tragedia de la cultura moderna”. Por todo esto, la traducción de ‘caparazón duro como el acero’ para stahlhartes Gehäuse me parece mucho más apropiada que otras que se han propuesto desde Parsons y Legaz Lacambra.
Admito que Gehäuse también se ha traducido como ‘estuche’, ‘carcasa’, ‘compartimento’, ‘molde’ y ‘envoltura’. Sabemos que Karl Jaspers, en su primer gran libro, Psicología de las concepciones del mundo (Psychologie der Weltanschauungen) ([1919] 2013), el cual alcanzó a conocer Max Weber, utiliza ya el término Gehäuse evidentemente influido por el sentido existencial que le daba Max Weber, pero que el traductor al español de esta obra de Jaspers hace que pierda ese significado al traducirlo simplistamente como ‘envoltura’[34]. Es posible que Jaspers utilice también el término bajo la idea de un ‘compartimento’, pero uno en el que el ser humano ya está viviendo como si fuera un ‘caparazón’. Por ello, aunque puede decirse que es mecánico, es mucho más interesante cuando se ve como ese hábitat orgánico, según lo planteó también Eduardo Grüner. Así, es posible sostener que el enemigo de la modernidad es algo mucho peor que una jaula, un molde o un compartimiento. Como diría Simmel, no lo podemos ver, lo estamos respirando cotidianamente, forma parte de nosotros, ni siquiera lo vemos o percibimos como algo ajeno a nosotros. Weber lo percibe en consecuencia como algo que “está transformando la esencia de la naturaleza humana”, crítica que realiza al final de La ética protestante, y que además, al parecer se encuentra dirigida al tipo de ser humano que vio en Estados Unidos[35], poco después de regresar de su viaje y ver, entre otras cosas las carnicerías automatizadas de Chicago… “die letzte Menschen”[“los últimos hombres”], retoma esa frase de Nietzsche, y sentencia “estos seres humanos que son unos especialistas sin espíritu y hedonistas sin corazón, se creen el último eslabón del desarrollo, estas nulidades se creen la última etapa del desarrollo de la humanidad, cuando en realidad, se ha perdido, se ha deshumanizado, ha perdido en algo la esencia de la naturaleza humana”[36].
Creo que esa preocupación antropológico-existencial también está en Simmel y después se va reflejar en los mal llamados ‘filósofos existencialistas’, como Heidegger, aunque no necesariamente Jaspers o Sartre. Mire, ahí hay otro elemento interpretativo importante. Hay un libro en inglés de William Barrett que se llama Irrational Man ([1958] 2011:30-35), publicado creo que en los años cincuenta, que es como una introducción muy general, muy culturalista, para describir qué es el ‘existencialismo’ y tiene capítulos sobre Nietzsche, Kierkegaard, Sartre y Heidegger, fundamentalmente. Pero el libro es muy interesante porque empieza afirmando que la pérdida del significado de la vida para el hombre en el siglo XX lo plantea, por primera vez, el diagnóstico de la crisis de la modernidad hecho por Max Weber.
L. L.: ¿Podemos decir que Weber era un vitalista entonces?
F. G. V.: En la parte influida por Simmel, creo que hay un momento en que sí… Pero si uno lee La ciencia como vocación ([1917] 2003), Weber acaba haciendo una referencia a los libros de Tolstoi sobre la pérdida del significado de la vida moderna. Esta es una gran influencia del historicismo relativista que Simmel no tiene del mismo modo ni con la misma intensidad. Aquí entramos en la idea de cómo la historia relativiza y ‘tambalea’ todo, hasta a la teología (alles wackelt! [todo tambalea]) decía dramáticamente Ernst Troeltsch en 1922), pero dentro de esa relativización lo que se está advirtiendo es que esto puede ser visto, desde cierta perspectiva, como algo muy negativo. Aunque visto desde otra, puede reconstruirse o construirse como un avance o progreso. A diferencia de Simmel, a diferencia de Dilthey, que influye también mucho en Max Weber, y que sí utilizaban la categoría de la Lebensphilosophie, en el caso de Max Weber eso no está, no aparece esa referencia vitalista, su trayectoria sociológica tiene una clara tendencia a rechazar posiciones vitalistas u organológicas. Por eso afirma que su objeto de estudio como sociólogo, y esto es una peculiaridad muy especial de Max Weber, no es la sociedad, concepto que casi no aparece en su obra a pesar del título que su viuda le asignó a su obra póstuma, Max Weber siempre consideró que eso es una hipóstasis de un término general, casi metafísico, su objeto de estudio es la ‘acción social’ entre individuos y antes de eso era el ‘actuar en comunidad’ porque el concepto correlativo de ‘actuar en sociedad’ (Gesselschaftshandeln) tiene el sentido mucho más restringido de un actuar regido por una racionalidad instrumental, y por eso lo utiliza relativamente muy poco en Economía y Sociedad. A diferencia de Durkheim, Simmel y Tönnies, el objeto de estudio de la sociología para Weber nunca fue la ‘Sociedad’, sino la acción social o el ‘actuar en comunidad’.
L. L.: Pero Simmel también rechaza el concepto de sociedad y se queda con la Vergesellschaftung (socialización)…
F. G. V.: Tiene usted toda la razón, y como decía mi maestro Steven Lukes en Oxford: «I stand corrected!«. Hay muchas cuestiones que Weber admiró de Simmel. La mayor influencia puede observarse hasta antes de la Primera Guerra Mundial, entre 1900 y 1914. Ese legado del que Simmel decía resignadamente que dejaría como “dinero en efectivo” sin que se sepa de donde proviene[37], es algo que constantemente se comprueba y puede demostrarse como ya lo hice para los casos de Lukács, Bloch, Ortega, Jaspers y, por supuesto, Max Weber. Sin embargo, una de las cosas que ya no pude decir en mi ponencia[38] pero que está escrito al final, es que después de Weber y Simmel, el término Vergesellschaftung va a ser usado por los austromarxistas en los años 20’ y 30’, sólo que ellos lo van a usar en un sentido mucho más próximo a la específica delimitación que le dio Max Weber, en contraste con la visión más general y tan amplia que tenía Simmel sobre esta cuestión.
L. L.: Su libro Max Weber y la guerra académica de los 100 años constituye el único estudio que abarca un periodo tan extenso de discusiones en torno a la tesis weberiana de la relación entre protestantismo y capitalismo. ¿Por qué esta investigación fue considerada hasta ahora como una tarea imposible de llevar a cabo?
F. G. V.: Porque la bibliografía creció de manera exponencial a partir de los años sesenta en todo del mundo. Muy diversas disciplinas tomaron partido. Tanto economistas, sociólogos, politólogos, como internacionalistas y comunicólogos, entre otros, comenzaron a escribir sobre el tema. Es posible mencionar a Shmuel Eisenstadt, de la Universidad de Jerusalén; a mi ex-cuñado Richard Swedberg de la Universidad de Estocolmo; a William Swatos de la Universidad de Colorado; a Gordon Marshall, escocés que estudió en Oxford y supervisó parte de mi tesis allí. Este último, escribió un libro traducido por el FCE intitulado En busca del espíritu del capitalismo ([1993] 1986), además de su tesis doctoral, que no creo esté traducida al español, sobre calvinistas y comerciantes en Escocia[39]. Como decía, él me supervisó parcialmente la tesis en Oxford y era imposible emprender la tarea de reconstruir y sintetizar el debate. Pues bien, había que sentarse a hacerlo porque era una tarea que la mayoría de los especialistas en la obra de Max Weber sabían que estaba pendiente pero consideraban imposible de llevar a cabo. Al principio pensé que no era tan difícil, aunque sí laborioso, pues cuando inicié la investigación tenía en mente publicar un artículo, más o menos pequeño. Igual me pasó con mi libro Los profetas y el mesías (1996), que empezó con la idea de hacer un pequeño artículo, luego siguió con la idea de publicar un libro dentro de la colección Jornadas de El Colegio de México, que son libritos pequeños de no más de ciento cincuenta páginas. Finalmente, salió un libro de setecientas páginas. Algo parecido ocurrió con la guerra de los cien años pero en dimensiones magnificadas.
Antes de la internet y su accesibilidad hoy, comencé a investigar. A pesar de no contar con esa herramienta, tenía la enorme satisfacción de ir registrando los muy diversos e interesantes hallazgos de mi investigación. Por ejemplo, cuando vine aquí hace diez años integré en la investigación un artículo de un erudito argentino, Gonzalo Massot, quien tiene un buen libro que se llama Max Weber y su sombra (1986). Él hizo un esfuerzo por comparar a Sombart y Troeltsch, dos de los principales participantes al inicio de la polémica, pero quedaba todavía muy estrecho, muy limitado porque no abordaba las respuestas de Weber a sus primeros críticos. Nunca lo conocí personalmente, pero en la mesa de clausura de las Jornadas Weberianas[40] en la Biblioteca Nacional en octubre de 2005, alguien me comunicó que me mandaba muchos saludos, que estaba muy interesado en mi investigación, que sabía que lo había citado en mi presentación y que le gustaría conocerme. Desgraciadamente, nunca nos conocimos. La investigación de Gonzalo Massot es uno de esos casos que no conseguí en internet, sino en la Librería Gandhi en la Ciudad de México, porque tenía como ritual ir todos los fines de semana a comprar novedades en esa librería. Muchos de esos libros eran argentinos, también españoles, colombianos y peruanos. El libro de González Masset me sirvió como esqueleto para decir “esto tiene que ampliarse, aquí no tocó esto, aquí comete un error en una interpretación, cree que los volúmenes traducidos por el FCE, de El capitalismo moderno ([1902] 1946) de Sombart, son los volúmenes que consultó Max Weber. Ahí hay un error pues el Fondo sólo tradujo el tercer volumen de 1927 y Weber sólo pudo consultar los dos primeros de 1902”. Cosas de este estilo fueron aumentando la posibilidad de hacer un investigación mucho más completa. En Heidelberg, en 1979 mientras era estudiante de posgrado, compré en la librería Ziehank de la UniPlatz un muy completo registro de fuentes secundarias sobre lo que se había escrito sobre Weber hasta ese momento[41]. Era una muy valiosa guía de información y orientación, antes del internet. Y mientras seguía trabajando al levantar el guante arrojado para afrontar el reto de esta ‘misión imposible’, la dificultad era mayor por no tener acceso a bibliotecas especializadas en esta temática particular, y menos aún a referencias bibliográficas y hemerográficas, aún y cuando el servicio de préstamo interbibliotecario de la Biblioteca Daniel Cosío Villegas de El Colegio de México, atendía con especial atención y esmero todas mis peticiones. De repente el internet cambia todo y me dije hacia 2001 “si he avanzado todo esto sin internet, ahora voy a poder llenar todas las lagunas que me faltan, a estar informado de lo que están haciendo en Alemania, y puedo pedir libros y artículos por compra”. Muchos de los libros y revistas los compré y los guardo en calidad de trofeos en mi biblioteca personal, y otros muchos los consulté por préstamo interbibiliotecario. Así pude avanzar mucho con recursos imposibles de conseguir hace veinte años, aunque también era posible realizar algo tan completo como lo que ya llevaba avanzado para el año 2002. Finalmente, debí tomar decisiones cruciales. Hay por ejemplo, algunos libros mencionados en notas a pie de página que repiten lo trabajado por otro autor. El objetivo fue ser selectivo, pero sin descuidar ningún tema o aspecto polémico y sobre todo cubrir todos los años, uno por uno, de 1903, 1904 hasta el 2012, y en algunos casos cubrir hasta los meses y semanas, por ejemplo de 65’, 66’, 67’, 68’, que están registrados hasta por días. El gran problema era que todavía no acababan de discutir los sociólogos y economistas de Estados Unidos un tema y ya estaban metidos en otra gran discusión los teólogos británicos, alemanes o franceses en aspectos totalmente diferentes de la tesis weberiana sobre el protestantismo. De tal modo que el gran reto se convirtió para 2007 en cómo acomodarlos a todos temáticamente sin caer en repeticiones. A veces hice excursos, como cuando abordé en una sección especial (pp. 365-390) toda la polémica de los historiadores británicos entre 1940 y 1968, especialmente de Oxford, sobre el ascenso de la Gentry en las revoluciones inglesas del siglo XVII, así como todas las polémicas colaterales que tuvieron en calidad de historiadores y no de sociólogos. Por ejemplo, Hugh Trevor-Roper, Richard Tawney, Laurence Stone y Christopher Hill, así como la necesidad de analizar cómo desembocó toda esta discusión en cultores de la sociología-histórica como Barrington Moore Jr., pues éste último retomó parte de los resultados de ese debate para generar sus propias aportaciones a fin de explicar los orígenes sociales de la dictadura y de la democracia ([1966] 2002). Es posible señalar que prácticamente casi todos los autores importantes en el área de las ciencias sociales en el siglo XX escribieron algo sobre esto: Habermas, Giddens, Schumpeter, Parsons, Aron, Merton, Horkheimer, Marcuse. Mencióneme alguno que usted considere que no haya participado en esta polémica…
L. L.: ¿Luhmann?
F. G. V.: No encontré nada de Luhmann y no encontré tampoco nada directamente de Bourdieu. Pero Bourdieu sí tiene un trabajo sobre la relación entre el Islam y las trabas de desarrollo al capitalismo, lo cual es indirecto al debate. Olga Sabido es quien ha trabajado eso y muy bien. Pero esto, al ser más indirecto, no era una polémica directa con Max Weber. Entonces también había que diferenciar estos casos. Muchas veces me meto con temas que se salen un poco del problema central de la polémica, pero regreso a ella, constantemente. Desde mis tiempos de estudiante, sabía que era un tema pendiente, una ‘misión imposible’ aún no trabajada a cabalidad. Lo leí por primera vez en la Introducción de Shmuel Eisenstadt a su colección The Protestant Ethic and Modernization (1968). Ahí ya dice que no hay una historia completa de la polémica en torno a La ética protestante. Después lo repetirán muchos más, incluido Gordon Marshall quien supervisó parte de mi tesis doctoral en Oxford, y cito a varios más que afirmaron lo mismo en la primera página de epígrafes de mi libro. De tal modo que el objetivo de la investigación ya era ese: hacer una historia de la ciencias sociales del siglo XX reflejada en la polémica centenaria en torno a la tesis weberiana sobre la ética protestante; hacerla muy detallada pero evadir las repeticiones, e ir descubriendo aspectos muy interesantes de la polémica como por ejemplo la participación de Max Scheler en su calidad de sociólogo en Colonia cuando le dio ese puesto el alcalde de esa ciudad Konrad Adenauer en 1921, o de Ernst Bloch y por supuesto Georg Lukács, al inicio de esa polémica centenaria. El tema era tan ambicioso que el Jefe del Departamento de Publicaciones de El Colegio de México hasta pensó en sacar la investigación en diez tomos de 180 páginas cada uno. Por razones presupuestales y de arreglos de coedición con el FCE se tuvo que abandonar esa idea mediante la solución de publicarlo en un solo volumen con tamaño muy pequeño de letra, pues si se hubiera publicado con el tamaño de letra de, digamos, mi edición de Economía y sociedad, habría salido en más de 1800 páginas, en vez de las 1424 páginas que acabó teniendo la edición de mi voluminoso libro de autoría única en un solo tomo.
Ayer el profesor Thomas Hoffmann, que si bien no sabe español, habla italiano, revisó rápidamente el índice diciéndome: “¡Pero sí está cubierto todo!”. Asimismo, me comentó cuanto lamentaba que habiendo tantos recursos para la investigación en Alemania, no dieran dinero para traducciones y no se las considerase como investigación, pues en muchos casos sí lo son. Muchas veces un traductor tiene que investigar los términos y conceptos por su cuenta. Pero para los alemanes no es así. El profesor Hoffmann también me comentó que mi libro, por sus dimensiones, sería muy importante tenerlo en alemán, pero que sería prácticamente imposible conseguir fondos para su traducción, pues hacer ese trabajo saldría carísimo y probablemente requeriría un equipo de traductores. La obra, consideró él, resuelve muchos de los pendientes y sería muy importante para ellos tenerla en alemán. Puedo agregar que La guerra académica no es simplemente un resumen de “este autor dice esto y aquello”, sino que lo entrelazo con el proceso de toda la discusión, pues varias veces advierto “este autor está diciendo algo que Max Weber ya había respondido a Felix Rachfahl o Karl Fischer en 1910” y, por supuesto, por no conocer muchos polemistas posteriores esas respuestas de Weber a sus primeros críticos, muchos críticos de los años 50’, 60’, 70’ y 80’ cometieron graves errores interpretativos, a los que Max Weber ya había respondido avant la lettre, sin que ellos siquiera imaginaran que él había dado respuesta a sus objeciones. Esta investigación es también la primera que se basa de manera sistemática en las respuestas que Weber dio a sus primeros críticos puesto que yo las traduje íntegras al español para mi segunda edición crítica de la EP de 2011. Porque, por supuesto, en español no hay investigaciones sobre esto que tomen en cuenta la traducción de esas respuestas de Weber. Sé que aquí en Argentina va a publicarse una nueva edición en la que van a traducir también esas respuestas de Weber a sus críticos. La mía fue la primera, y la respuesta más importante y extensa la publiqué primero como artículo de revista (2002), antes de que hiciéramos en 2003 la primera edición crítica de La ética. Cuando vine a Buenos Aires en 2005, Gina Zabludovsky y yo trajimos los números de la revista Sociológica de la UAM, donde había traducido dos respuestas más de Weber a Karl Fischer. Así, sólo me quedaba una pendiente, y la traduje en 2010 especialmente para la segunda edición del 2011[42]. Todavía no terminaba La guerra académica de los 100 años cuando salió la edición de la EP del 2011- Esto me sirvió de gran apoyo para ordenar y orientar las respuestas del propio Weber a sus primeros críticos así como a varios posteriores quienes, por no haberlas leído, criticaron fuera de contexto muchos aspectos de la tesis a los que el propio Max Weber ya había respondido a cabalidad.
L. L.: Al respecto, ¿podría decirnos cuál es el aporte que hacen las respuestas de Weber a sus críticos para la comprensión de su tesis?
F. G. V.: En el epílogo a la edición de 2011, que se intitula Importancia de las respuestas de Max Weber a sus primero críticos, me baso en Wilhelm Hennis. Este señaló, aunque otros ya lo habían dicho anteriormente, que las críticas son muy valiosas porque obligaron a Weber a definir de una manera más puntual y expresa su problemática central, permitiéndole decir “esto no es lo que me proponía, me proponía esto otro, como puede verse en tal pasaje o en algún otro. No se ha entendido que mi tema no es el protestantismo y el capitalismo, sino que es la relación de un ética con un ‘espíritu’ o una ‘mentalidad’, y que todo está muy acotado históricamente”. Es posible señalar como ejemplo la importancia que tiene la metáfora de las ‘afinidades electivas’, que no plantea en ningún caso una causalidad genética, como lo dice él expresamente en una de las respuestas. Afirma que eso sería tan absurdo como suponer que el protestantismo apareció antes que el capitalismo, pero su tesis no se basa en semejante absurdo. Las grandes configuraciones del capitalismo moderno arrancan desde el siglo XIV, Florencia es un buen representante de eso, es decir, dos siglos antes de que Lutero clave sus 95 tesis en la puerta de la iglesia de Wittenberg. Por ello, para Weber es ocioso discutir esto. En segundo lugar, sostiene que de ningún modo fue el primero en tratar la relación entre protestantismo y capitalismo, y proporciona una enorme lista de predecesores: Montesquieu, Laveleye, Dilthey, Keats y Matthew Arnold, entre muchos otros[43]. Finalmente está la tesis de Wilhelm Hennis, que sin exagerar su importancia tiene algo de cierto, al señalar que la problemática central de Max Weber es la preocupación por el tipo de ser humano que deberá vivir en las condiciones de un capitalismo crecientemente burocratizado y tecnologizado, puesto que el desarrollo de la técnica moderna está transfigurando la esencia de la naturaleza humana. Esto está claramente presente en las últimas páginas de La ética protestante. No estoy del todo seguro que esa sea la temática ‘central’ o primordial de Max Weber, pero lo que sí es cierto es que está planteado ese tema en esos ensayos, y por ello constituye ya una cuestión sobre cómo debe valorarse. Si se hace como Hennis dice “Das ist die zentrale Fragestellung in Max Weber” (Esa es la cuestión central en Max Weber) eso tiene ciertas implicaciones, pero si por el contrario se considera que está planteado un tema muy importante y nada más, las implicaciones son otras y van en una dirección muy diferente con respecto a cómo interpretar el sentido global de la obra de Max Weber. De tal modo que si esa es la temática central o no, eso es independiente de que el tema está planteado ahí y se relaciona con la preocupación existencial de otros, como la tragedia de la cultura de Simmel, o la meditación sobre la técnica en Heidegger o en Ortega y Gasset.
L. L.: Para concluir, ¿hemos firmado el armisticio o continua la ‘guerra académica’ en torno a La ética protestante?
F. G. V.: Continúa y es algo que seguirá debatiéndose. Yo hice terminar la ‘guerra’ en 2013 con mi propio libro, consciente de que es la versión más completa que se ha dado sobre el tema, pero va a seguir dando mucho de qué hablar, porque esta ‘guerra’ se da por oleadas. A veces parece que la polémica se extinguió, para luego despertar por otro lado y en otra disciplina muy diferente. Por un economista, por un teólogo, por un historiador, por un culturalista, o por el problema de ISIS atentando contra los franceses en París. Considero que es un tema que va a volver a aparecer cíclicamente y con mucha intensidad.
L. L.: ¡Muchas gracias Profesor!
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Notas
[1] Para la conformación de las notas de esta entrevistas contamos con la invaluable ayuda del Dr. Gil Villegas. Estas notas se nombrarán como [FGV] para identificar su autoría. Agradezco la ayuda de Felipe Pérez-Solari en la transcripción y revisión del texto.
El Prof. Gil Villegas se refiere al famoso diccionario de José Ferrater Mora, el cual fue publicado por primera vez en 1941 por la editorial Atlante de Ciudad de México. Ferrater Mora trabajó en el texto hasta su muerte acaecida en 1991. Cfr. José Ferrater Mora, Diccionario de Filosofía, 4 vols., Barcelona, Ariel, 1994.
[2] [FGV] Ver, Max Weber, Economía y Sociedad, 3a. edición crítica y anotada de Francisco Gil Villegas, México, FCE, 2014, p. 199 y ahí nota de pie núm. 46.
[3] [FGV] Cfr. Max Weber, Historia económica general, M. Sánchez Sarto (trad.), México, FCE, 1942, pp. 220, 258 y 261
[4] [FGV] Véase, Francisco Gil Villegas M., «Introducción» a Max Weber, Economía y Sociedad, op.cit., p. 69, nota de pie, núm. 191.
[5] [FGV] Ver, Max Weber, Economía y Sociedad, op.cit., pp. 377-378, notas de pie núm. 64 y 65, y p. 1283.
[6] [FGV] Ibid., p. 356 y nota de pie núm. 29.
[7] El ejido fue una importante institución histórica del campo mexicano que se entiende como una propiedad rural de uso colectivo.
[8] [FGV] Cfr., Max Weber, Economía y Sociedad, op.cit., p. 431.
[9] [FGV] Cfr. ibid, pp. 432 y 489.
[10] El Profesor Gil Villegas se refiere a la encuesta realizada por la International Sociological Association en el año 1998, la cual puede ser encontrada aquí: http://www.isa-sociology.org/books/.
[11] Se refiere a la ponencia del Profesor Esteban Vernik en la presentación de la nueva edición de Economía y Sociedad del profesor Gil Villegas en el Palais de Glace de Buenos Aires el 25 de noviembre de 2015, dentro de las actividades adicionales de las 4tas. Jornadas Internacionales: Actualidad del pensamiento de Georg Simmel, noviembre de 2015, Buenos Aires, Argentina.
[12] [FGV] Cfr. Wolfgang Schluchter, Religion und Lebensführung. Religions- und Herrschaftssoziologie, 2 vols. Frankfurt, Suhrkamp, 1988.
[13] [FGV] Ver, Max Weber, Economía y Sociedad, op.cit., pp. 127-187.
[14] [FGV] En la nueva edición, ibid. corresponden a las pp. 127-429.
[15] [FGV] Cfr., Wolfgang Schluchter, «Wirtschaft und Gesellschaft– Das Ende eines Mythos» en Johannes Weiss (comp.), Max Weber heute. Erträge und Probleme der Forschung, Frankfurt, Suhrkamp, 1988, pp. 55-89. Un análisis pormenorizado en español de este artículo, se encuentra en Francisco Gil Villegas ´Introducción` a Max Weber, Economía y Sociedad, op.cit., pp. 31-35.
[16] [FGV] Véase la nueva traducción al español de ese artículo, mucha más depurada, completa y precisa por Francisco Gil Villegas en: Max Weber, Economía y sociedad, op.cit, pp. 433-469.
[17] [FGV] Ver el análisis detallado y pormenorizado de estas circunstancias en Francisco Gil Villegas, `Introducción´ a Max Weber, Economía y Sociedad, op.cit., pp. 40-56.
[18] [FGV] Véanse las referencias específicas a la crítica de Orihara contra Mommsen en Francisco Gil Villegas M., «Inroducción», op.cit., pp. 56-63.
[19] [FGV] Véase el resumen de esta respuesta en ibid., pp. 63-68.
[20] [FGV] Cfr. Max Weber, Economía y Sociedad, op.cit., p. 129.
[21] [FGV] Cfr. Max Weber, Economía y Sociedad, op.cit., p. 467, nota núm. 19.
[22] [FGV] Cfr. Max Weber, La ética protestante y el espíritu del capitalismo, op.cit., pp. 100-104, nota núm. 11, y pp. 466-470, nota núm. 2.
[23] [FGV] Cfr. Max Weber, Economía y Sociedad, op.cit., pp. 945, 1211 y 1279.
[24] [FGV] Ibid., pp. 714-715.
[25] [FGV] Cfr. Max Weber, Historia agraria romana, V.A. González (trad.), Madrid, Akal, 1982
[26] [FGV] Max Weber, Economía y Sociedad, op.cit., p. 339, nota 11.
[27] [FGV] Cfr., Rudolph Sohm, Instituciones de derecho privado romano. Historia y sistema, Wenceslao Roces (trad.), México, Editor Nacional, 1975, p. 27; y Max Weber, Economía y Sociedad, op.cit., p. 772, nota de pie núm. 102.
[28] [FGV] Cfr. Max Weber, Economía y Sociedad, op.cit., pp. 772-777, notas, núm. 103, 104, 106, 108 y 111.
[29] [FGV] Max Weber, Historia económica general, Manel Sánchez Sarto (trad.), México, FCE, 1942.
[30] [FGV] Cfr. Max Weber, Ensayos sobre sociología de la religión, José Almaraz, Julio Carabaña y Jorge Vigil (trads.), 3 vols., Madrid, Taurus, 1983-1987.
[31] [FGV] Max Weber, The History of Commercial Partnerships in the Middle Ages, Lutz Kaelber (trad.), Oxford, Rowman & Littlefield, 2003.
[32] El resultado de esas jornadas organizadas en octubre de 2005 en Buenos Aires fue posteriormente publicado en: Perla Aronson y Eduardo Weisz (eds.), La vigencia del pensamiento de Max Weber a cien años de `La ética protestante y el espíritu del capitalismo´, Buenos Aires, Gorla, 2007.
[33] Alusión a la presentación “La tragedia de la cultura: un problema de época” en las 4tas. Jornadas Internacionales: Actualidad del pensamiento de Georg Simmel, 24, 25 y 26 de 2015, Buenos Aires, Argentina.
[34] [FGV] Cfr. Karl Jaspers, Psicología de las concepciones del mundo, Mariano Marín Casero (trad.), Madrid, Gredos, 1967, especialmente pp. 397-423. Ver también Max Weber, La ética protestante y el espíritu del capitalismo, 2a. edición crítica corregida y aumentada de Francisco Gil Villegas, México, FCE, 2011, pp. 317-319, nota núm. 248 y pp. 254-255, nota núm. 4, para la crítica de FGV a Legaz Lacambra por traducir Gehäuse como «estuche» o «molde» respectivamente.
[35] [FGV] Cfr. Max Weber, ibid., p. 248 y notas núm. 248-250 en las pp. 317-320.
[36] El Profesor Gil Villegas cita un párrafo de La ética protestante y el espíritu del capitalismo. En la versión editada por él, es posible encontrarlo en la página 249 (y en las pp. 248 y 320 de la más completa segunda edición de 2011 citada en las dos notas anteriores).
[37] [FGV] Cfr. Francisco Gil Villegas, Los profetas y el Mesías. Lukács y Ortega como precursores de Heidegger en el Zeitgeist de la modernidad (1900-1929), México, El Colegio de México-FCE, 1996, p. 133.
[38] En alusión a su ponencia “La influencia de Simmel en Max Weber, especialmente en la génesis de La ética protestante y Economía y Sociedad”, 4tas. Jornadas Internacionales: Actualidad del pensamiento de Georg Simmel, 24, 25 y 26 de 2015, Buenos Aires, Argentina.
[39] [FGV] Ver una síntesis crítica a las obras de Gordon Marshall, en: Francisco Gil Villegas, Max Weber y la guerra académica de los cien años (1905-2012), México, El Colegio de México-FCE, 2013, pp. 681-687 y 812-819.
[40] El profesor Gil Villegas se refiere a las jornadas internacionales sobre Max Weber organizadas en Buenos Aires en octubre de 2005 por Perla Aronson y Eduardo Weisz con motivo de los cien años de publicación de la primera versión de La ética protestante y el espíritu del capitalismo, cuyos resultados fueron publicados en Aronson y Weisz (eds.), op.cit.
[41] [FGV] Cfr., Constans Seyfarth y Gert Schmidt, Max Weber Bibliographie: Eine Dokumentation der Sekundärliteratur, Ferdinand Enke Verlag, 1977, ISBN 3 432 891911.
[42] [FGV] Véase la traducción de las cuatro respuestas de Weber a sus primeros críticos en: Max Weber, La ética protestante y el espíritu del capitalismo, 2a. ed. crítica de FGV, op.cit., pp. 406-501, así como el epilogo del traductor y editor sobre la crucial importancia de estas respuestas para entender el significado global de la obra de Max Weber en: Francisco Gil Villegas, «Importancia de las cuatro respuestas de Max Weber para sus primeros críticos» en ibid., pp. 502-538.
[43] [FGV] Cfr, Max Weber, La ética protestante…, op.cit., pp. 82-83, especialmente nota núm. 22 en la p. 82.
7 comentarios
Excelente entrevista muy cuidada y pulida por parte del Dr. Lionel Lewkow al Dr. Francisco Gil Villegas, no sólo en relación a su muy erudita nueva edición crítica de Economía y sociedad de Max Weber en español, sino también de su monumental obra sobre la historia de la polémica centenaria en torno a la tesis weberiana de la relación entre la ética protestante y la mentalidad capitalista moderna. Es una excelente síntesis del trabajo en tres obras que sumarían más de 5000 páginas de lectura.
Muchas gracias por el comentario. Estamos muy conformes con el resultado final de este apretado compendio de tan vastas investigaciones. La entrevista no hubiera sido posible sin el aporte que hizo el mismo Prof. Gil Villegas a la redacción del texto final y también Felipe Pérez-Solari, con quien trabajamos y discutimos de manera detallada los aspectos formales y de contenido de la entrevista. Esperamos contribuir a mantener viva la incesante «guerra académica» en torno a este gran pensador de las ciencias sociales.
Saludos,
Lionel Lewkow
La traducción de un texto es una tarea que va más allá de la comprensión cuasiperfecta del lenguaje en cuestión. La regionalización y temporalización del mismo pueden convertirse en tareas de mayor o igual importancia que la traducción en sí misma.
En mi muy particular caso he necesitado consultar la obra de Weber desde los Estados Unidos y obtener la última edición mexicana del Doctor Francisco no resultaba sencillo por cuestiones de tiempo y costos. Por lo que me hice de «The Tehory of Social and Economic Organization» de Takcitt Parsons quien lidereó el esfuerzo de la traducción de la obra alemana para la edición en inglés de 1947. Me sorprende como nadie ha querido regionalizar y actualizar una edición que ya tiene más de 6 dećadas de escrita en una nación como ésta.
Para poder consultar la obra en el lenguaje de Cervantes conseguí la edición española de 1964, cuyo líder de traducción fue José Medina del Fondo de Cultura Económica, al ser ésta mi primera exposición a la obra de Weber me ha resultado complicado el tener una lectura continua, pues constantemente debo de detenerme a consultar referencias que ahonden un poco más en la teoría y contextos de los que Weber hizo uso.
Es por ello que considero injusto el utilizar el mero término de traducción, pues no solamente se hace corrección de las erratas que se habían venido arrastrando de ediciones anteriores. Se hace toda una contextualización y «bienvenida» a los que nos acercamos a la teoría Weberiana, lo cual resulta extremadamente útil para novatos como un servidor. Es tal vez uno de los atributos más importantes de ésta edición, que tanto un académico experimentado como un estudiante primerizo encontrarán una lectura dinámica y adaptada, ya sea con fines de consulta y / o investigación profunda.
Finalmente, es un orgullo que México sea la única nación con tantas ediciones! esto habla de la pasión y el cariño mexicano por los estudios de sociología y economía por mencionar algunas.
Hola Cesar,
te agradecemos el comentario y coincidimos con vos en la injusta apreciación de la figura del traductor en nuestro medio. De hecho, creemos que tal vez esta entrevista, más allá de los valiosos y minuciosos análisis del Prof. Gil Villegas, puede contribuir a debatir la importancia de esta tan delicada tarea que es mediar entre culturas, lenguas y épocas.
Saludos,
Lionel Lewkow
«Antes, leer «Economía y sociedad» era como andar un camino de terraceria, ahora con esta nueva edición, es como andar por autopista». Y es cierto, la interpretación que hace el Dr. Francisco Gil Villegas de la obra más importante del siglo XX, es mucho más legible gracias al aparato critico, a las notas y corrección de erratas.
Sabiendo que la traducción del Alemán puede resultar difícil, Gil Villegas hace un magnifico trabajo utilizando nuevos conceptos que no habían sido definidos y omitidos en las ediciones anteriores, homogeneiza la terminología y la unifica, de esta manera el lector se interesa en conocer el contexto histórico y las correlaciones que existen entre Weber y otros autores, como por ejemplo, la relación que llevaba con Marx, considerándose un materialista histórico aunque no de corte marxista.
Esta nueva edición de Gil Villegas tiene la ventaja de contar con la traducción de una cabeza conceptual para la parte más antigua de la obra y con una terminología que Weber definió para sus escritos mas antiguos, cosa con la que no cuentan las ediciones anteriores. Siguiendo las observaciones de los alemanes y respetando el orden de la primera edición hecha por Marianne Weber.
No es necesario ser historiador, filosofo, economista o sociólogo para conocer esta obra, muchos de los conceptos que Weber enuncia los utilizamos en la vida cotidiana, por ejemplo: el carisma, éste es un tipo de dominación y es un termino Weberiano que todos conocemos y que hemos hecho parte de notros, lo entendemos mejor cuando en la Iglesia nos hablan de Jesucristo, ejemplo claro de un líder carismático, por otro lado el tema de la legalidad y legitimidad en la elecciones, son también categorías weberianas.
Tales conceptos no son ajenos a nuestra sociedad, indispensables para explicar cómo fueron transformando el concepto principal y cómo actúan en nuestra realidad y que mejor que sea de la mano del honorable Dr. Francisco Gil Villegas.
Hola Josselyn,
muchas gracias por tu comentario. Es un orgullo para nosotros haber publicado esta entrevista ya que el Profesor Gil Villegas desmonta aquí muchos de los equívocos y malentendidos que se vienen arrastrando desde hace décadas en la enseñanza y la investigación de la obra de Weber en el mundo hispanoparlante.Esperamos, asimismo, incentivar a seguir trabajando sobre estos escritos capitales de las ciencias sociales.
Saludos,
Lionel Lewkow