La muerte más allá del fin de la autopoiesis de la vida o cómo es posible morir en la sociedad estando aún vivo

una buena manera de probar el calibre de una filosofía es preguntar lo que piensa acerca de la muerte

George Santayana

por Felipe E. Ranke

Doctorando y Docente

Foro de la Ciencia Internacional

Universidad de Bonn

Introducción

Una de las más interesantes propuestas de la lógica contemporánea se puede hallar en el libro Laws of Form de George Spencer-Brown ([1969] 2011). En poco más de cien páginas el libro logra reducir las cuatro operaciones básicas de la aritmética a sólo dos leyes (número y orden). Algo de esto hemos discutido antes en Sistemas Sociales (2013). La idea central y primigenia del libro refiere al concepto de distinción. Una distinción es un trazo que divide el mundo en dos lados, distinguiendo e indicando un lado de otro. Pero existen distinciones que hacen re-entrar el lado-marcado dentro del no-marcado, contendiéndose a sí mismas y generando, al mismo tiempo, paradojas insolubles. Esto es fácilmente verificable tan rápido como preguntamos por el derecho del derecho, el amor del amor, la justicia de la justicia. Un caso famoso es la idea de ser humano como una re-entrada de la distinción entre hombre y mujer. ¿Cómo es posible lo humano de lo humano? Históricamente, la respuesta se ha orientado hacia una relación que implique la distinción hombre/mujer. Si se extrae uno de los lados de la distinción, el equivalente se vacía rápidamente de contenido, llegando a la problemática lógica de entender a la humanidad sólo como representación de lo que se distingue como mujer o como hombre. Con este último problema ha coqueteado la modernidad, en tanto humanidad también puede implicar distinciones de raza, sexo, religión u orientación sexual. Otra distinción problemática es la de vida y muerte. Si hacemos re-entrar la muerte en el lado de la vida (es decir preguntamos por la vida en el lado de la muerte), entendemos que la vida, en tanto valor lógico se ata a la muerte, mientras que su contrario (muerte/vida) permite observar a la vida desde la idea de la muerte. A lo primero, podemos llamarlo vida humana [1], a lo segundo inmortalidad.

Aquí me gustaría definir una parte del título de este texto. Entenderé por autopoiesis de la vida, siguiendo a Maturana y Varela (2008), como la reproducción de los elementos de una célula a partir de sí misma, que en tanto unidad discreta, genera una estructura y organización particular. Si el proceso anterior se detiene, no habría más vida, no habría más re-entrada entre vida y muerte en el lado de la vida,  pues si el cesar de las operaciones que posibilitan la vida jamás cesase estaríamos en frente de la inmortalidad. Pero la muerte, puede ser observada desde múltiples puntos de vista y la explicación propiamente biológica no tendría una primacía por sobre las demás. La muerte puede significar, al mismo tiempo, finalización de contratos, tanto de arriendo como de matrimonio; también quiebras empresariales donde los acreedores se pelean los restos -cual buitres la carroña; funerales donde se lloran o insultan a los muertos….implícita o explícitamente. De esta manera, podemos generalizar el concepto de muerte hacia la idea de cesación de un proceso.

Así podemos dar cuenta de otros tipos de muerte, una muy distinta a la detención de un proceso orgánico-biólogico; una muerte social que buscaría cesar la comunicación sobre los individuos en tanto personas [2], excluirlos de la sociedad, en fin, declararlos muertos.

La muerte como exclusión de la sociedad

La evolución sociocultural presenta variados casos en las que un individuo puede ser excluido de la sociedad. Siguiendo a Luhmann (1998b) entiendo exclusión social como la manera en que los individuos, en tanto personas, no son parte de las comunicaciones de un sistema social. En otras palabras, no son tematizados de manera relevante en términos de inclusión. En sociedades premodernas este tipo de exclusiones se las representaba simbólicamente como expulsiones de la sociedad. En Grecia el ostracismo se constituía como la muerte política, por ende, la defunción en cualquier ámbito público. Por su parte, Roma podía, bajo la figura de la proscripción (proscriptio), confiscar los bienes del inculpado y ordenar su asesinato. Otros ejemplos pueden ser agrupados bajo la figura de la muerte civil, la cual en la Edad Media significaba tanto la pérdida de cualquier tipo de derecho, como también la obligación de cualquier sujeto de dar muerte biológica al muerto civil. Exactamente el mismo caso, persecución y obligación de dar muerte, puede encontrarse en las personas declaradas vogelfrei (pájaro libre) en el Imperio Romano Germánico. Estos casos resultan particularmente interesantes pues la muerte como concepto re-introduce la distinción social y biológica.

La forma previamente descrita genera variados problemas al proponerse como solución de problemas actuales. Osama Bin Laden fue declarado vogelfrei por EEUU, siendo asesinado en consecuencia. Informes de la Unión Europea y del senado de EEUU han dado cuenta de la existencia de cárceles secretas donde se ha aplicado de manera sistemática la tortura por parte de la CIA. ¿Acaso es posible imaginar un mejor ejemplo de muerte social que los presos de Guantánamo que no son considerados bajo ninguna circunstancia personas?

En base a lo anterior, quisiera ahora identificar y reflexionar en dónde sería posible encontrar un equivalente a lo que hemos descrito como muerte social. Tomaré dos casos de la política/derecho y finalizaré con algunos comentarios sobre las similitudes y diferencias entre muerte social y exclusión.

Exclusiones como muertes sociales en algunos sistemas sociales

En la sección anterior sostuvimos que la muerte social en sociedades premodernas, en especial las de carácter segmentario, se asociaba bajo la idea de expulsión. Con el arribo de la modernidad esto se complejiza pues la exclusión social puede adquirir tantas caras como formas personas posibles. De esta manera, y como ha sostenido Fernando Robles (2005, 2006, 2011), los procesos de inclusiones y exclusiones sociales se complejizan, concatenándose y reforzándose. Así, la exclusión del trabajo puede generar un efecto domino que cataliza otras diversas exclusiones. Chile es un ejemplo claro pues el medio dinero ha adquirido tal fuerza que es capaz de cortocircuitar las lógicas comunicacionales de otros sistemas sociales. Así, ya no sólo basta estar enfermo para ser construido bajo la forma persona paciente, sino que también la capacidad de pago, es decir, de cliente. Es posible replicar este ejemplo, con un lado de la distinción bajo la idea de cliente, y la otra en otros diversos sistemas sociales. Así, se es sujeto de derecho/cliente, estudiante/cliente, paciente/cliente, etc. Ergo, quedar sin trabajo puede alterar de manera catastrófica el lado ‘cliente’ de todas las otras distinciones. Esto tiene un efecto marcadamente causal: lo que puede llevar a que los niños sean expulsados del colegio o a la humillación de pedir rebaja en el arancel, a que jóvenes sean impedidos a acceder a las clases en la universidad aún siendo alumnos (pero no pagadores). Mismos casos pueden observarse en la salud y el derecho, entre muchos otros. El ejemplo cotidiano del endeudamiento para sostener el lado ‘cliente’ de la forma persona reafirma nuestra hipótesis. Piénsese por un momento los créditos para personas que no tienen acceso a la banca, brindados por el retail o los supermercados, los cuales tienen tasas de interés superiores al cien por ciento.

Tanto en la política como en el derecho se pueden encontrar claros ejemplos de lo que hemos entendido como muerte social. Tomemos como ejemplo la cárcel como organización e institución total [3]. La cárcel, como toda organización, construye a sus miembros bajo sus propias lógicas. En el caso de los presos, estos pierden su condición de configurarse de manera libre como personas, pues la organización carcelaria adquiere una posición de intermediaria. Dicha posición puede ser vista, por ejemplo, en la distinción preso/amante. El preso sólo puede ser observado como amante cuando la cárcel lo autoriza bajo la figura de visita conyugal, la cual debe ser autorizada y sujeta a múltiples variables –la primea de todas: tener a alguien que cumpla el rol de amante. Pero la cárcel también altera la construcción de la forma persona realizando una completa re-socialización [4]. Siguiendo con nuestro ejemplo, el preso puede ser observado como amante teniendo sexo con otros presos, aún en contra de su voluntad. La persona que sufre esto último en todas las cárceles del mundo tiene un estatus especial, por ejemplo, en la relación entre violentado/’actividades domésticas’.

Un ejemplo interesante de muerte social en el sistema político se puede encontrar en la reciente ley de ‘muerte civil’ aprobada en el Perú (El Comercio 2016). Dicha ley sostiene que cualquier funcionario que sea condenado por delitos de corrupción perderá su posibilidad de ejercer cargos públicos por veinte años. Si el delito fuese cometido bajo criterios organizacionales la pena pasaría de dos décadas a perpetua. Volviendo a nuestra idea teórica, el individuo condenado estará muerto, en tanto persona, para los diferentes roles posibles de desempeñar en el Estado. De manera interesante, también en el Perú, se ha aprobado una nueva legislación anticorrupción para empresas. Si estas últimas son condenadas, no podrían nunca más realizar labores para el Estado (Zubieta 2017). Esto llevaría la muerte social al nivel de las empresas en tanto personas jurídicas.

CODA

En esta cortísima entrada hemos intentado ir más allá de las habituales definiciones de la muerte como detención de la autopoiesis biológica de la vida. La muerte social, fenómeno habitual en las sociedades premodernas, se ha transformado en la modernidad bajo la idea de cómo es posible cesar las comunicaciones que entiendan a los individuos como personas. Pero también se puede excluir aún más a los individuos de la comunicación, esto es, cuando ya no se comunica sobre ellos, cuando ya ni siquiera son ‘tema’. Piénsese en Los Ochenta y Uno de San Miguel, los cuales en Chile pasaron de personas a individuos, de individuos a personas mediadas por la cárcel, de cuerpos a tema y de tema a sólo un recuerdo de pocos, que de cuando en cuando, aparece en sólo algunas comunicaciones.

Citación ISO 690:

  • Pérez-Solari, F. La muerte más allá del fin de la autopoiesis de la vida o cómo es posible morir en la sociedad estando aún vivo. Sistemas Sociales [en línea]. 2018 [Fecha de Consulta]. Disponible en https://sistemassociales.com/la-muerte-mas-alla-del-fin-de-la-autopoiesis-de-la-vida-o-como-es-posible-morir-en-la-sociedad-estando-aun-vivo

Citación APA:

  • Pérez-Solari, F. (2018). La muerte más allá del fin de la autopoiesis de la vida o cómo es posible morir en la sociedad estando aún vivo. Sistemas Sociales. Recuperado desde https://sistemassociales.com/ni-sociedad-ni-interaccion-sino-organizacion/

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1 Si bien los animales, por supuesto, están sujetos a la mortalidad, la reflexión sobre ella y sus consecuencias serían la base de la reflexión filosófica del ser como postula Heidegger (2005).

2 El término ‘persona’ se refiere a la manera en que los individuos, en tanto unidades biológico- orgánicas, son observados en contextos comunicacionales. Así, para la familia la forma persona padre/madre es relevante, pero no así para participar bajo la idea de pago en el sistema económico. Si la posibilidad de pagar se viera mediada por ser buenos/malos padres/madres, el sistema económico entraría, seguramente, en un colapso. Para más detalle ver Luhmann (1998a).

3 Además del ya clásico estudio de Foucault (2009) sobre la cárcel, es absolutamente recomendable el libro de Goffman Internados. Este último define a las instituciones totales como “(…) un lugar de residencia y trabajo, donde un gran número de individuos en igual situación, aislados de la sociedad por un período apreciable de tiempo, comparten en su encierro una rutina diaria, administrada formalmente” (2001:13). En esta última definición caen fácilmente tanto la cárcel como el hospital psiquiátrico.

4 Una representación artística acabada y magistral de este problema puede ser vista en Oz de Tom Fontana (1997-2003). Una desafiante postura desde la teoría de sistemas en relación a las personas encarceladas se puede encontrar en Peter Fuchs en su texto Justizvollzug – systemtheoretisch.

2 comentarios

Leonardo Carreón 08/25/2018 Contestar

El planteamiento inicial es sumamente interesante (respecto a la «muerte social» en el sentido de una imposibilidad de seguir participando de la autopoiesis del sistema social).
Sin embargo, me parece que en la fundamentación posterior del escrito hay algunas cosas que es importante tomar en cuenta y que me parece se dejan de lado:
1) La exclusión de uno de los lados de una distinción no implica la exclusión como persona, sino que de hecho no se puede estar de uno de los dos lados de la forma sin incluirse en esta; en este sentido, por ejemplo, los presos siguen siendo personas sujetas a condiciones de los programas de algún sistema jurídico. Es cierto que su participación en el sistema social total se encuentra condicionada a los confines y programas del centro penitenciario, pero de ello mismo es que aún se participa en la autopoiesis del sistema.
2) La condición de «cliente» corresponde a una forma del sistema económico, se participa como cliente entre este sistema y el resto sólo como forma de acoplamiento, a forma de membrecia (en el sentido de Parsons), y dentro de la forma propia del sistema económico (tener/no tener), donde estar del lado negativo de la forma lo único que garantiza es la imposibilidad de obtener una membrecia, pero no la imposibilidad de participar en la autipoiesis del sistema que corresponde a la organización a la cual se busca acceder. Se da una exclusión de alguna organización específica, pero no del sistema social que orienta sus operaciones.

Felipe Pérez-Solari 08/26/2018 Contestar

Estimado Leonardo,

Muchas gracias por tu comentario. Paso a hacerme cargo de tus ideas.

Sobre el primer punto hay que definir lo que entendemos por persona. Persona es el disciplinamiento que ejerce contextualmente un sistema para resolver el problema de la doble contingencia, en la cual asume que hay dos seres humanos involucrados. En tanto no he publicado mis reparos a dicha idea todavía, y sería demasiado largo de explicar aquí, me atendré en lo sucesivo a esta forma de orientar el problema.

Las personas, por tanto, siempre deberían estar en el lado interior de la distinción, no en su lado exterior, pues automáticamente emerge la pregunta de quién observa el lado no marcado (el mismo sistema al mismo tiempo? Eso es imposible; en un tiempo distinto? De qué manera? Lo hace con un crossing?, etc.). Este, no puede ser observado por el sistema que distingue, sino sólo en un segundo momento. Mi argumento, en relación al ejemplo de los presos, es que su constitución observacional como personas, como lo definí antes, está mediado por los procesos organizacionales propios del sistema penitenciario, el cual lo transforma en “persona-miembro”. El texto de Peter Fuchs citado en la entrada aclara de manera sucinta el problema. Ahora, no entiendo cuál sería tu punto, si lo que dice el texto y sus citas, es precisamente que la formación de personas se hace en el distinguir del sistema penitenciario, el que reduce la complejidad abriendo y cerrando posibilidades en la conformación de los reos como personas (amante, pagador, paciente, etc.)

Sobre el segundo punto hay que aclarar los principios de inclusión y exclusión en términos de rol de desempeño o público (como los ha llamado Stichweh). Este último, sostiene siguiendo las variables pauta parsonianas de adscripción/desempeño. Si ubicamos la forma “cliente” en el lado del público, esto no tiene por qué, necesariamente, ser una forma del sistema económico. Un ejemplo se encuentra en el derecho. Todo abogado tiene “clientes”, los cuales pagan, por supuesto, pero “el pagar” no determina la relación contractual entre ambos, sino el propio derecho. El abogado debe guardar secreto profesional sobre lo que cuente su cliente y guiarlo en su situación procesal (civil, penal, etc.), además de las consecuencias de ella. Esto también es posible de encontrar en todos los sistemas sociales en formas contractuales que pueden ser reclamadas jurídicamente.

Ahora bien, mi idea de la distinción cliente, en tanto “forma” se que se acopla a otros tipos de inclusión, la ocupo como la ha desarrollado Uwe Schimank en la idea de “presión por economización”. Esta idea no está en el texto y es de radical importancia. Fue una imprecisión mía, que te agradezco me hayas hecho notar, no haber definido esta idea, como no haberla citado en el texto. Haberlo hecho hubiese reducido la posibilidad de “malos entendidos”.

Ahora vamos a la idea de Schimank. Este último entiende la circulación del medio dinero, como medio de comunicación simbólicamente generalizado, en las organizaciones, en la forma de que todas las organizaciones necesitan de él para operar. Esto es obvio y no creo que deba ser explicado. Pero, la “presión por economización” significa hasta dónde el dinero se constituye como una constelación relevante en la propia operación de las organizaciones (y su reflexión de la rigidez del código del sistema de referencia, así como de sus programas).

Aquí hay dos planos. El primero refiere al sistema económico en su código (pago/no-pago), la disposición de bienes (tener/no-tener) y el uso del medio dinero paga pagar o no (tecnificación). Cuando yo sostengo que el alumno que no paga en la universidad, no puede ser alumno, hay que tener en consideración la idea anterior, pues es el acto de pagar, es decir, de poner en uso el medio dinero (¡), sería lo que señala su condición de cliente (con la especificidad que quiero mostrar). No “cliente” en tanto pagador o futuro pagador de un servicio económico, como lo entenderíamos sobre quien se endeuda en un crédito hipotecario comprando una casa. Sería absurdo sostener que la exclusión en tanto “estudiante” por no cumplir la condición de pago, “cliente”, significa la exclusión total del sistema tanto educativo como económico (es decir, cómo se encuentra a sí mismo el código pagar/no-pagar en el caso económico, así como el tratamiento de educando orientado por los programas mejor/peor, posible de educar/imposible de educar). El estudiante que no tiene para pagar, puede comprarse un café en el mismo casino de la Universidad en la cual no puede acceder a clases, así como puede inscribirse en un curso de yoga gratis dado por el Centro X.

Donde intento poner el ojo, es que no hay una interferencia a nivel del código, por ejemplo, legal/ilegal, en el pagar/no-pagar presente en la forma cliente (es decir, quién ve reducida su condición de membresía a x, pero también a pagar en lo relacionado a x). Sino que cuando el medio dinero interfiere en los criterios de inclusión y exclusión, se puede “estar fuera” (no ser miembro) cuando las condiciones del sistema señalan, en paralelo, que se podría ser de otra manera. El estudiante que tiene que pagar un arancel, puede aprobar todas sus asignaturas, pero eso no significa que el arancel se pague; el enfermo puede sanar, pero esto no significa que la cuenta de los servicios hospitalarios se vea extinta, y así. De igual manera, cuando pensamos en los “criterios de inclusión”, se pueden cumplir todos hasta que surge la pregunta “¿y cómo piensa pagar?”.

Espero haber respondido a tu comentario de manera satisfactoria.

El texto de Schimank lo puedes encontrar aquí: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=311226876002

Saludos cordiales.

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