El virus no está amenazado en su existencia o, al menos, no se puede esperar que este capitule.
por Dr. Med. Fritz Simon
Institut für Familienunternehmen
Universität Witten/Herdecke.
La actual peste del coronavirus es usualmente comparada con la guerra. Así, para Emanuel Macron Francia se encuentra en un “estado de guerra”. Pero, ¿es una metáfora adecuada? Hace años venimos tratando con dichas metáforas, las que con razón han preocupado a la “Organización para la protección de las metáforas abusadas” – que será fundada por mi. Piénsese en la expresión “guerra contra las drogas”. Un conflicto se define como guerra cuando las partes en conflicto ponen en juego su existencia. Así, las guerras terminan cuando una de las partes es eliminada o cuando una de ellas capitula.
En la peste del coronavirus esto puede resultar cierto para una de las partes: Muchos seres humanos –cuando no, la misma humanidad– o tal vez grupos completos en la sociedad ven que peligra su supervivencia. Sin embargo, esto no es válido para la otra parte: El virus no está amenazado en su existencia o, al menos, no se puede esperar que este capitule.
Sin embargo, hay paralelos interesantes entre la guerra y la peste por sus implicaciones psicológicas y sociales a corto plazo. Esto puede observarse en el siguiente extracto (Simon 2001:258.259).
“Desde una perspectiva más distante y más sobria se puede establecer que el riesgo para la propia vida relativiza todos los otros valores que determinan la vida cotidiana. Es así como las usuales estructuras de poder y sus limitaciones, las cuales constituyen el ‘principio de realidad’ pierden significancia. Quien en su vida cotidiana se somete a poderes externos, so pena de temer en el caso contrario consecuencias negativas, obtiene en la guerra una nueva independencia ¿Qué otras consecuencias pueden querer evitarse, cuando se enfrenta lo peor, el riesgo a la destrucción misma? La libertad así obtenida se presenta a la mayoría de los seres humanos como un estado incomparable, que solo se podría alcanzar si contempla la vida presente como una apariencia. Al igual que en otros juegos de azar, la administración ‘racional’ de los bienes materiales (sobreentendida y aceptada), el cálculo de riesgos y oportunidades, de costos y beneficios, el pensamiento sobre el futuro parece quedar suspendidos y sin significado por un tiempo de vivencia intensiva.
Se trata de una circunstancia, que Nietzsche resalta en su consideración de la guerra como proveedora de energía para los pueblos “fatigados” (mattwerdende): ‘Entretanto, no conocemos otro medio que pueda dar a los pueblos fatigados esa ruda energía del campo de batalla, ese profundo odio impersonal, esa sangre fría en el que mata unida a una buena conciencia, ese ardor común por el aniquilamiento del enemigo, esa audaz indiferencia por las grandes pérdidas, por la propia vida y la de las personas que se ama, ese quebrantamiento sordo de las almas comparable a los terremotos, con tanta fuerza y seguridad como los produce toda gran guerra.’”
¿Qué puede reemplazar a la guerra junto con sus efectos psicológicos, su deseo, el olvido de la cotidianidad, ese estremecimiento comparable con un terremoto? Nietzsche ve este reemplazo en las experiencias de aventura, en aquellos eventos que también hoy gozan de popularidad: “Los actuales ingleses, que en conjunto parecen haber renunciado también a la guerra, practican otro medio para regenerar esas fuerzas que desparecen: esos peligrosos viajes de descubrimiento, navegaciones, ascensiones, emprendidos, según se dice, con fines científicos, pero en verdad para llevarse consigo a casa la fuerza suplementaria de aventuras y peligros de toda índole.“
Este efecto de provisión de energía se desgasta rápidamente en las guerras reales. Cuanto más duran las guerras, y cuanto más estas son sufridas, menos se documenta sobre las experiencias extáticas y liberadoras. Sin embargo, se puede establecer junto con von Creveld, que el objetivo de la guerra para quienes participan en ella es la guerra misma. Si se observa el individuo como unidad de supervivencia, no tienen sentido dar la vida por los intereses de los otros. “Comoquiera que casi no tiene sentido dar la vida por los propios intereses, se puede suponer que los seres humanos sólo combaten, en la medida en que experimentan la guerra y todo lo que la rodea como un fin en si mismo. En tanto que la guerra consiste sobre todo en combatir – en otras palabras en el manejo voluntario del peligro- no se trata de una continuación de la política sino del deporte”.
Quizá en este deseo de combatir no sea tan deseoso ni tan deportivo en el caso de la lucha contra el coronavirus. No obstante, el resto, resulta bastante similar en mi experiencia y en las consecuencias políticas. Es así como el Estado se define como unidad de supervivencia, como se descubren nuevas solidaridades, como se transvaloran los valores de la vida cotidiana, los económicos por ejemplo, o como , al menos en teoría, las diferencias sociales son revocadas porque todos somos iguales frente al virus, etc. Comoquiera que se valore todo esto…
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Citación ISO 690:
- Simons, F. ¿Deseo de guerra = Deseo de peste?. Sistemas Sociales [en línea]. 2020 [Fecha de Consulta]. Disponible en https://sistemassociales.com/deseo-de-guerra-deseo-de-peste/
Citación APA:
- Simons, F. (2020). ¿Deseo de guerra = Deseo de peste?. Sistemas Sociales. Recuperado desde https://sistemassociales.com/simplificacion-de-lo-social-durante-la-pandemia-del-corona-virus/
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Publicado originalmente en alemán el Blog Simons Kehrwoche Traducción de Luis Felipe Vergara Peña. Los pasajes de Nietzsche corresponden a a las traducciones de Humano demasiado humano por Jaime González (1995). México: Editores Mexicanos Unidos y de y Alfredo Brotons Muñoz, ed. Akal. 1996.